viernes, 26 de septiembre de 2008

Historia del Cine Terraza Palacio




El cine Terraza Palacio
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El cine “Terraza Palacio” fue un signo elocuente de los años sesenta del siglo pasado y de aquella época -época idónea para los que querían divertirse y sus posibilidades económicas les permitían hacer realidad esta aspiración- y porque fue un eslabón más de la voluntad de un hombre que de la nada, a base de inteligencia, sacrificios y tesón, supo crear un imperio económico: Sánchez Ramade.


En los años cincuenta y sesenta del siglo XX una de las inversiones más seguras era el cine. Todavía no existían los coches en número tan elevado, como ocurriría décadas más tarde, y los ciudadanos se conformaban con reservar las entradas de algunos de los numerosos cines que se asentaban en nuestra ciudad. En la fecha canicular, aumentaban considerablemente el número de locales cinematográficos con la apertura de cines de verano en los diversos barrios huelvanos (“Viaplana”, “Isla Chica”, “Miramar”, “Jardín Cinema”…). El “Terraza Palacio” se alojaba en un espléndido edificio de planta baja que, para su función como cine de verano, reunía inmejorables condiciones, a las que había que añadir la ventaja de su emplazamiento en la antigua calle General Mola, número 16 (actual Plus Ultra). En este sentido, ocupaba el espacio que más tarde tuvo la prestigiosa firma “Arcos Centro Comercial”, con la pantalla que detrás tenía la calle José Nogales y, a la izquierda, el ambigú.
Aparentemente nada había en la fachada que pudiera llamar la atención del transeúnte o visitante, que, no obstante, no la calificaba de fea.
El arquitecto, José Miguel Rodríguez Cordero, se encontró con un solar, de forma rectangular (“con un fondo de 45,50 metros y una longitud media de 12,50, ascendiendo en su superficie a 550 m/m”), procedente de la demolición de una finca, que conservaba sus medianerías laterales en perfecto estado, por ser los edificios colindantes (“Unión y el Fénix” y “Telefónica”) de reciente y sólida construcción. Así, que la obra que tuvo que realizar para transformarla en cine fue mínima: se redujo a una crujía de fachada y un muro de pantalla. “La crujía de la fachada se construyó en la planta baja en toda la anchura de la fachada (de 15 metros) por tres metros de fondo para cobijar los servicios de aseos y taquillas y para soportar la cabina que se construyó centrada en la segunda planta”. En la segunda planta se levantaron, arrogantes, dos pequeñas pérgolas laterales a la cabina, para que las enredaderas le diera dignidad al edificio que tan privilegiado emplazamiento tenía. La composición de la fachada se enmarcó mediante dos pilastrones de ladrillos cerámicos, avitolados, que flanquearon los tres huecos de las puertas, que fueron rematados por una visera con un rótulo luminoso que anunciaba el Cine y que estaba coronada por un gran ventanal formado por paneles de hormigón, tipo “sach”. La cornisa era tan sencilla que no tenía pretensiones de alcanzar la belleza, estaba rematada de hormigón. El paramento estaba enlucido de cemento y pinturas de colores vivos. Los laterales de la fachada eran lisos para fijar la cartelera. El citado arquitecto, contó con la colaboración del aparejador José María González Azcona. Y vamos a detallar el interior del Cine: La pantalla se construyó de tabiques dobles a la capuchina sobre la medianería que el arquitecto encontró. En la parte baja situó pilastras laterales a las que acopló contrafuertes de tabique con la finalidad de que formaran nervios decorativos. En la parte superior de las pilastras se observaban nichos para colocar los altavoces. La pantalla se reflectó, formando embocadura con una doble hilera de tabique con 40 centímetros de vuelo. Para darle un mayor realce al edificio, el original arquitecto construyó una jardinera o arríate pasamental.
El espectador que se disponía a ver la película de turno, se encontraba con un patio inmenso (capaz para albergar 756 sillas) que poseía una rasante adecuada y un pavimento arenado con albero y tres pasillos longitudinales suficientes para la cómoda circulación del público. Como los precios que tenía que pagarse en taquilla eran muy baratos, al finalizar cada verano, la saga de los Sánchez Ramade se frotaba las manos de satisfacción por el éxito económico obtenido.
En el Legajo del A. M. H., 231, número 1275, conocemos que el presupuesto que tuvo que abonar Eugenio Sánchez Ramade ascendió aproximadamente a 60.000 pesetas
Un anuncio inserto en las páginas del diario “Odiel” del 21 de julio de 1960, anunciaba su inauguración:

< Son valederas las mismas invitaciones que para el Palacio del Cine>>.

Efectivamente. La Empresa Sánchez Ramade también explotaba el “Palacio del Cine”, que se ubicaba en la calle Béjar.
En este primer verano, 1960, la empresa exhibió en la pantalla de este cine una auténtica selección de excelentes películas:
27 de julio: “El campeón y la bailarina”.
28 de julio: “Maternidad imposible”, interpretada por Linna Marques.
29 de julio: “Defiéndete Callagnan”, por Tony Whrigt.
2 de agosto: “Sabela vuelve al ataque”, por Sylvia Koscina y Renato Salvatore.
3 de agosto: “El vizconde de Montecristo”.
21 de agosto: “Diego Corrientes”, por José Suárez y Marisa de Leza.
31 de agosto: “El albergue de la Sexta Felicidad”, por Ingrid Bergman.
El día 25 de septiembre, cesaba la actividad de este cine de verano con la película
titulada “El Archiduque y la Costurera”, por Ziemann y Rodolf Pratk.
El 10 de junio de 1961 se inauguraba la temporada del “Terraza Palacio” con el film “Los puentes de Toko-ki”, por Gener Nebly. Williams Holden, Mickey Rooney y Frederich March.
Con excelentes entradas de público continuó la temporada que finalizó el día 1 de octubre de 1961. Aquél día se proyectó un film de acción: “Las aventuras de Quintín Durward”, de Robert Taylor y Kay Kindall.
La temporada de 1962 la comenzaba el 10 de junio con el estreno de “Llamad al 22-22, Inspector Sheridan”, por Ubaldo Lay y Nidtar Duca.
El éxito apoteósico de aquel verano fue, sin duda, el estreno –así lo anunciaba la Empresa en “Odiel” el 15 de julio- de la película de Marisol, “Ha llegado un ángel”,
Con la proyección, el 26 de septiembre de 1962, de “Anatomía de un asesinato”, interpretada por James Stewart y Lee Remick, finalizaba la temporada veraniega de 1962.
En el verano de 1963 este Cine no abrió sus puertas. No obstante, la Empresa tuvo mucha actividad en sus cines “Palacio del Cine” y “Central Cinema” y en las películas que proyectaba en el Estadio Cinema (en el Estadio Municipal también se daban sesiones de cine).
En las fechas caniculares de 1964, citemos dos éxitos: “Rocambole”, proyectada el día de la inauguración de temporada (24 de junio) y el día 3 de Agosto, “Los viciosos”. Como actores: Graciela Borges y Jorge Salcedo.
Y llegamos al epílogo de este cine: la temporada de 1965. La inauguración la tuvo con un estreno que se convirtió en un gran éxito; “¡Qué noche la de aquel día!”, en el que los papeles estelares los tenían los integrantes del mejor conjunto músico-vocal de la Historia, “The Beatles”.
Recordemos otros éxitos:
22 de julio: “Molly Brown”, interpretada por Debbie Reynold y H. Presnel.
29 de julio: “El desierto de Pigalle”, de Anne Girardot y Pierre Travaud.
El 5 de agosto Mario Moreno “Cantinflas” arrancó muchas carcajadas con su película “Ahí está el detalle”.
4 de septiembre: “Los hijos del capitán Grant”, por Maurice Chevalier, Hayley Mills y George Sanders.
18 de septiembre: “El sabio en apuros”, por Fred Mac Murray y Nancy Olvin.
El 26 de septiembre de 1965 los cinéfilos se despedían de las excelencias veraniegas de esta pantalla, disfrutando con la deliciosa película de Rocío Dúrcal. “La chica del trébol”. En esta ocasión, el oponente masculino de Rocío era José Luis López Vázquez.
Antes de finiquitar la historia de este Cine, sepamos los motivos que indujeron a ello en una época en la que la actividad de un cine era un negocio serguro.
El solar donde estuvo ubicado el “Terraza Palacio” a lo largo de cinco años, procedía del derribo de un edificio que en el mismo espacio existía, cuya demolición se llevó a cabo por su dueño. Alfonso Ramírez de Arellano, Marqués de Encinares, previo expediente de declaración de ruina incoado a su instancia, y cuya tramitación, por la resuelta y unánime oposición de los inquilinos que habitaban el inmueble, dio origen a una larga y empeñada controversia administrativa que duró cerca de diez años.
En 1958, ya estaba vacío el inmueble, pero el Ayuntamiento, basado en que se encontraba en estado ruinoso, obligó a don Alfonso a que derribara la vivienda. A lo largo de meses, el propietario del solar intentó venderlo sin que lo pudiera conseguir, ya que existía una gran crisis en nuestro país. ¿Y si construyera por mi cuenta un nuevo edificio semejante al de la sede de la Compañía de Seguros”La Unión y el Fénix” Español? pensó el noble terrateniente. Se puso en contacto con el arquitecto Sr. Cánovas del Castillo, que había hecho el proyecto de la casa propiedad de la Compañía y éste le aseguró que en 1959 era imposible realizar una vivienda similar a la de “La Unión y el Fénix por menos de nueve millones de aquellas pesetas (su coste alcanzaba por metro cuadrado unas 4.000 mil pesetas, por lo que los 460 metros cuadrados que medía el solar y las decoraciones interiores y exteriores de los pisos supondría la desorbitada, para la época, cantidad de nueve millones de pesetas). No se arredró, y se puso en contacto con los diversos bancos que no le pudieron prestar la citada cuantía, ya que una disposición del Ministerio de Hacienda prohibía esta clase de préstamos.
En este callejón sin salida, llegó Eugenio Sánchez Ramade y le propuso alquilarle el solar para instalar en él un cine al aire libre. Llegaron a un acuerdo y firmaron un contrato de arrendamiento para la explotación del solar por espacio de cinco años, haciendo constar en dicho contrato que si encontraba alguna persona que quisiera comprarlo, el arrendatario, Sr. Sánchez Ramade, habría de dejarlo libre mediante una pequeña cantidad de indemnización al comprador. Así pues, cuando terminó el contrato en 1965, el “Terraza Palacio” se convirtió en una de las páginas del libro de la Historia del cinematógrafo en nuestra ciudad.
En estos años, el ruido que producían los altavoces del cine que historiamos, provocó la denuncia, ante al Ayuntamiento, de Antonio Ruiz Muño, propietario del Hotel “Victoria”, situado en la calle José Nogales y limítrofe, por lo tanto, con la parte trasera del “Terraza”. Esta denuncia derivó a que durante el verano de 1963, permaneciese el cine en total inactividad.

Si todos los locales y solares destinados a la actividad cinematográfica en nuestra ciudad, fueron empleados, en alguna ocasión, para otros fines (veladas de boxeo, baile, espectáculos flamencos o de otra índole), el “Terraza Palacio”, por su riguroso contrato de arrendamiento, en los cinco años en que estuvo vigente se dedicó, exclusivamente, a la proyección de películas.

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