jueves, 16 de octubre de 2008

Martín Pérez, en el umbral de "El Rinconcito"




Martín Pérez, en el umbral de “El Rinconcito”
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Martín Pérez Campillo, conocido en el mundo flamenco con el remoquete de “Martín el del Rinconcito”, vio la luz primera en la huelvana Plaza de la Merced el 24 de octubre de 1947. No obstante, sus primeros años los pasó en el cien veces altamente venerado trozo de Huelva que contiene el barrio de Las Colonias.


Sus primeros recuerdos lo llevan a la Plaza de Toros de la Merced convertida en cine de verano, a la Plaza de la Merced, en donde la impresión de Huelva era la de una pequeña ciudad romántica, llena de duendes y de trovas y leyendas marinas, en la que, en su templete, tocaba la Banda Municipal de Música, una plaza seductora: con mucho sol, flores en las macetas y caritas morenas tras las rejas; al Conquero, esa maravillosa zona de Huelva donde sus cabezos parecen de Suiza y su arbolada florida hace soñar con vergeles de Valencia, el Molino de la Vega, al que, en ocasiones, llegaba el agua a su zona media y en el que luego estuvo trabajando cerca de treinta años y en el que conoció al hoy prestigioso Bar “Patrón”, como simple taberna; la Cinta, con su sencillez conmovedora, la iglesia de la Merced con su suntuosidad grandiosa, el huerto de “El Pelao”, donde se iban los chavales de la época los domingos…
Estudió en la Escuela Francesa, pero pronto se dio cuenta de que lo suyo era el cante y estuvo en el colegio lo estrictamente necesario. Pronto, en 1968 ó 1969, se adhirió a un grupo que nació en nuestra ciudad y que respondía al nombre de “Los Flamencos de Huelva”. Con este conjunto grabó un disco, en 1973, que gozó de un buen éxito. Dos años más tarde, surgió la figura de Manolo Rubio y con él, en calidad de manager, el grupo aspiró a cotas artísticas más elevadas. Así, grabó el segundo disco
En sus primeros latidos, el grupo “Los Flamencos” estaba compuesto por José Antonio, Juan Miguel Santos, “Pepito Bulerías”, Joaquín (más tarde en “Los Rocieros”, y Martín Pérez. Después, entró Manolo Millán (que había dejado “Los Marismeños”).
Durante la grabación de su segundo disco, tras formalizarse el grupo, la Casa discográfica entendió que no era comercial el nombre artístico de “Los Flamencos” y cambiaron el nombre pasando a llamarse “Los Gachós”. En esta nueva etapa, formaban el conjunto flamenco Manolo Pozo Cascales, Martín Pérez Campillo, “Pepito Bulerías” y Fernando Gallego. Poco después, “Pepito Bulerías” se enroló con el mítico grupo “Jarcha”, y en su lugar entró José Antonio Ramírez “El Tato”, que había dejado el grupo “Los Duendes”. Después, salió de esta cohorte flamenca Fernando Gallego y, en su lugar, entró Alfonso Illescas que coincidió con el gran éxito de “Los Gachós”. Con este nombre, grabaron siete discos, entre ellos el celebérrimo fandango de la cacería, cuya gallardísima letra decía y dice:

“Qué bonito es el fandango
Al amanecer el día
en el silencio del campo
cuando voy de cacería…”

También sonó bastante unas sevillanas, de Eliseo Monsalvete, que se titulaban “Sale la Virgen”; un tema de Felipe Campuzano que se llamaba “No te atormentes, morena”… Con su magnífico repertorio en 1975 y 1976 actuaron en toda España con general éxito. El inconveniente de este grupo huelvano consistía en que sus componentes eran artistas-obreros, esto es, alternaban su trabajo con las actuaciones, algunos estaban casados y por estos y otros inconvenientes, “Los Gachós” se disolvieron.
En la temporada del primer ascenso a Primera División del club de nuestros amores, Isidro González, Antonio “El Jaraqueño”, Eduardo Hernández Garrocho y Martín Pérez Campillo, compusieron en honor del Club Decano, varios fandangos que, más tarde, grabaron
Martín, con la finalidad de ganar el sustento y continuar cerca del flamenco, decidió instalar un bar en un lugar céntrico de la ciudad. Y en la estrecha y costanera calle Marina -una de las más típicas de esta Huelva encantadora- había existido un bar que, en pocos años, había tenido un dédalo de propietarios, los cuales siempre lo habían denominado “El Rinconcito”. Así, lo regentó el excelente bailaor “El Choro”, después lo tuvo Manolo Cabeza que le dio un aire muy bueno y, finalmente, Jesús Duarte. Martín cobijó en el local más efluvios flamencos, instalando un pequeño escenario por el que, a lo largo de cuatro años, desfilaron casi todos los intérpretes huelvanos en aquellas fiestas flamencas que se daban los viernes y sábados por la noche, como “El Terrible”, “El Pecas”, Pedro Pavilo, Manolo Azuaga, José Luis Rodríguez, Juan Carlos Romero... Se puede afirmar que todos los artistas de teatro (Conchita Cuetos, Florinda Chico, José Sacristán…) y los foráneos de flamenco que venían a Huelva a actuar y los locales se acercaban a “El Rinconcito” (Enrique Morente, Joaquín Amador, Estrella Morente, Paco de Lucía, Juan Carlos Romero, “El Pecas”, Paco Toronjo, los Azuaga, Antonio Sousa, “El Terrible”, “Los Marismeños”, “El Lumi”, Camilo Gómez y un interminable etcétera, que era un lugar de encuentro. Allí, hablaban en amable camaradería un político con un torero, un inspector de policía con un aficionado al flamenco, porque todos coincidían en su afición a S. M. el Fandango. Su clientela fue numerosísima, ya que Martín, servicial hasta el hartazgo, supo ganársela. Allí paraban escritores, pintores, músicos y casi todos los toreros de Huelva: Miguel Báez, Chamaco, Barroso, Silvera, Joselito Romero, Pedro Quintero “El Gallero”, Pepe Gallardo, Fariña, Miguel Conde, y todos los subalternos taurinos; todos los aficionados al flamenco, como Antonio Romero, Paco Chaves, “El Caramelo”, Antonio Fortes, Manolo Cabeza e integrantes de las diversas peñas flamencas; comisarios e inspectores de policía, personajes entrañables como Casimiro Pachón, Paco Rodríguez, políticos de derecha, entre ellos nuestro primer edil, Pedro Rodríguez, de izquierda o del centro, ¡qué más daba, si lo importante era disfrutar de aquel ambiente festero! Pero, no seamos tímidos y traspasemos el umbral de tan célebre establecimiento: Conforme se entraba había un rinconcito, observatorio ideal muy disputado por los clientes, ya que desde allí se miraba hacia dentro y se observaba el paso elegante de las bonitas choqueras. Todo estaba limpio en “El Rinconcito”: lo mismo el mostrador (de unos cinco metros) que las jarras de barro, botellas que lucían en los anaqueles y cocina que se situaba detrás de la barra. Después, se pasaba a un saloncito con finalidad industrial. Al fondo, un amplio salón, pulcro y decentemente amueblado, cuyas paredes se hallaban exornadas con carteles de toros antiquísimos y fotografías que testimoniaban brillantes actuaciones de artistas del cante y del baile.
Otro atractivo de “El Rinconcito” fueron sus suculentas tapas. Se ponen de moda las migas al estilo de la Sierra huelvana, el rabo de toro adquiere gran celebridad. La clientela se hace lenguas de los exquisitos tostones de jamón y de anchoas caseros y de una pizarra en la que se detallan veintitantas tapas y una carta de comedor que tenía nueve o diez platos, todos caseros, todo gracias al esmero, pulcritud y a la ciencia culinaria de su cocinera, Ana Pérez Díaz, señora de Martín.
El trabajo en “El Rinconcito” era agotador: a las ocho de la mañana comenzaban a servirse los desayunos. A renglón seguido, los aperitivos, las comidas… y así hasta las seis de la tarde. Tras un breve descanso, el local volvía a tener actividad hasta las una o dos de la mañana.
El Martín cantaor comenzó a fraguarse en “El Rinconcito”. Había cantado desde niño y en el grupo “Los Gachós” cantaban fandangos, alegrías, tangos en festivales flamencos, abundantes en aquellas calendas en nuestra provincia. Ya, en su afamado local, en el que se daban numerosísimas fiestas, se impregnó de flamenco y comenzó a cantar a petición de guitarristas y clientes. Después, los vaivenes de la vida lo han conducido a que tuviera que sufrir varias operaciones en sus piernas y que aquellas noches somnolientas las dedicara a escuchar flamenco, a aprender flamenco.
En noviembre del año 2006 fue invitado a actuar en la Peña Flamenca de Palos en la que tuvo una noche inolvidable. Fue tal el éxito, que Vicentico el animoso presidente de la citada Peña lo volvió a llamar y participó en el homenaje que se le dio a Pilar Pulgar, ex alcaldesa de la bella localidad palerma. Más tarde, actuó en la Peña de las Colonias que le dio un emotivo homenaje, en la Peña de La Orden, en la que cantó por diez palos; el día 24 de octubre de 2008 habrá cantado en la Peña Flamenca de Huelva, en noviembre del mismo año tiene el proyecto de cantar en El Higueral. También actuará en Cataluña y continúa la senda abierta…
Estamos convencidos de que Martín, poseedor de una tesitura de voz fuerte y limpia, seguirá triunfando en el difícil arte que practica profesionalmente. En este sentido, Onofre López, entendido flamencólogo, le dijo no hace mucho: “Martín siempre has tenido la voz fuerte, pero ahora la tienes recogida. Estás cantando con más solera, con más conocimiento…”. No en balde Martín lleva en sus venas sangre huelvana, de choquero neto, es, en definitiva, un onubense, de rompe y rasga.


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