viernes, 7 de noviembre de 2008

Huelva en la Guerra de Filipinas 2



La pérdida de las islas Filipinas y Huelva (y II)
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En esta primera fase de la guerra, destacaron diversos militares onubenses. Recordémoslos a través de la prensa local:

“La Provincia”, del 22 de febrero de 1898:
< Este oficial ha ganado en Filipinas dos Cruces Rojas y una Medalla.
Deseémosle igual o mejor fortuna e iguales o mejores recompensas en Cuba a donde va, a pesar de no haber cumplido su licencia ni haberse recuperado de su padecimiento>>.



“La Provincia”, del 6 de febrero de 1899:
< Le damos la enhorabuena, así como a su familia, por su feliz regreso>>.

“La Provincia”, del 10 de diciembre de 1898:
<>.

A través de la Carta de Pago y Obligación, otorgada el 7 de noviembre de 1886 ante el notario Emilio Cano (Folio 2818, número 118), sabemos que Patricio de la Corte Báez, nacido en Huelva en 1849, tras ejercer en su patria chica, continuó la profesión, en calidad de médico militar, en Cuba y Filipinas.
Pero ninguno alcanzó tanta celebridad como Manuel Domínguez Garrido, héroe de la guerra de las Filipinas, nacido en 1870 en Manzanilla. Pasó su niñez y mocedad en la ciudad del Tinto y del Odiel, en la que estuvo trabajando en 1883, 1884 y 1885 de panadero en el horno de Francisco García Morano, ubicado en la calle Valencia, para ingresar en el Ejército a renglón seguido. Hace unos años le dedicábamos una Historia Menuda, ya que consiguió que en su pecho prendiera la Cruz Laureada de San Fernando, alcanzó la dignidad de Oficial de nuestro ejército por méritos de guerra y fue conocido en todo el país con el sobrenombre de ”El héroe de Ramblazo”.
De cualquier forma, en la campaña de las islas Filipinas, intervinieron menos huelvanos que en la desarrollada en la isla de Cuba y si la prensa local daba frecuentes noticias de bajas huelvanas en las Antillas, no hemos encontrado ninguna que se produjera en el frente asiático. Sí sabemos que el Teatro “Colón”, que se ubicaba en el Paseo de Santa Fe, fue utilizado como hospital, en 1898 y durante cierto tiempo, para albergar a los repatriados de la guerra de Cuba y Filipinas.
En esta primera fase de la guerra, destaquemos el patriotismo del Sr. Bornes y Romero, iniciador de la creación, durante el verano de 1896, de leales voluntarios de Manila y jefe del citado escuadrón (3).
Sobre la acción de este patriota y de otro como López Navarro se contaba:

<<…Los telegramas de estos días nos dieron cuenta de la marcha del general Blanco subiendo el Pasig, atravesando la laguna de Bay, para arribar a Calamba (en el istmo entre las lagunas de Bay y de Taal, como punto de partida para la actual campaña, confirmando lo que “La Correspondencia de España” había supuesto de ser esa la línea militar determinada por el desarrollo de la rebelión, y que constituiría, dados los accidentes topográficos de aquella parte de Luzón, la principal base de operaciones de nuestro ejército…>>.

El apoyo norteamericano a la liberación de Cuba tras el episodio del “Maine” repercutió en Filipinas. El archipiélago vivía la tregua de Biaknabato, que los Gobiernos de Madrid no supieron aprovechar. Sin embargo, la cohorte independentista en su exilio de Hong Kong, sí supo ponerse en contacto con el almirante Dewey, que había recibido órdenes de neutralizar a la escuadra española en Manila.
La suerte de Filipinas en aquel conflicto hispano-yanqui se decidió en el mar. Cavite, la base naval próxima a Manila fue el escenario, el 30 de abril de 1898, del famoso episodio bélico que pasó a la Historia como “desastre de Cavite”, batalla naval en la que el almirante americano derrotó completamente al español Montojo causándole grandes pérdidas en barcos y vidas. Poco después, 19 de mayo del citado año, desembarcaban las cohortes de Aguinaldo en Cavite. Y llegó la oportunidad de que los españoles, luchando contra los filipinos o los americanos, escribiesen páginas heroicas defendiéndose, en viejos fortines o bastiones, contra contingentes enemigos que lo superaban en número, víveres y armamentos, aún después de que se firmara el Tratado de París. El título de una película famosa: “Los últimos de Filipinas” representa una loa al valor hispano, en defensa de un trozo de su Patria, que no se perdía por las armas, sino por la negligencia de los políticos españoles, tanto en Manila como en Madrid.
En Oficios y Minutas. 1898, número 133, se anunciaba la celebración de un Tedeum por la terminación de la guerra:

< Deseándole a V. S. que viva muchos años. Manuel García Viejo>>.

En uno de los Boletines Oficiales del Estado fechado en mayo de 1949, el Gobierno franquista publicaba una disposición que concedía un donativo a los excombatientes de Cuba y Filipinas. Este anuncio se insertó en el “Odiel” y el día 3 de junio del citado año le hacía una entrevista al único superviviente de aquellas guerras. Se trataba de Fermín Donoso Álvarez, nacido en nuestra ciudad en 1872, vivía en 1949 en la barriada de El Pinar. Perteneció a la Quinta militar del año 1894. Había luchado en Ilo-Ilo, a quinientos kilómetros de Manila y en San Juan del Monte, y, en las dos o tres escaramuzas en las que participaron los españoles, vencieron a los nativos.
Fermín Donoso contaba un curioso lance del que él fue testigo: Cuando terminó la guerra, un día paseaba por el Malecón, el más hermoso paseo de Manila, un grupo de españoles y un cabecilla tagalo. Cruzó ante ellos, montado en un coche un capitán español que iba acompañado de sus hijas mocitas. El filipino empezó a pronunciar obscenidades e insultos contra los españoles en una mezcla de español y lengua nativa, y uno de los soldados españoles, aunque ya había entregado las armas a los norteamericanos, llevaba un cuchillo y le dio una puñalada al cabecilla tan certeramente que lo dejó muerto en el acto. Al día siguiente, los españoles, pendientes a que llegaran los barcos para repatriarse a su país, cantaban la siguiente letrilla:

“El otro día, señores
veréis lo que pasó;
a un cabecilla insurrecto
mataron en el Malecón.
Con “toa” la guasa del mundo
nos quiso tomar el pelo
y le dieron una “puñalá”
que le partió hasta el sombrero”.

(1) Actas Capitulares, del 10 de enero de 1868.
(2) Diario “La Provincia”, del 2 de enero de 1881.
(3) Diario “La Provincia”, del 26 de octubre de 1896.

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