viernes, 7 de noviembre de 2008

Huelva en la Guerra de Filipinas 2



La pérdida de las islas Filipinas y Huelva (y II)
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En esta primera fase de la guerra, destacaron diversos militares onubenses. Recordémoslos a través de la prensa local:

“La Provincia”, del 22 de febrero de 1898:
< Este oficial ha ganado en Filipinas dos Cruces Rojas y una Medalla.
Deseémosle igual o mejor fortuna e iguales o mejores recompensas en Cuba a donde va, a pesar de no haber cumplido su licencia ni haberse recuperado de su padecimiento>>.



“La Provincia”, del 6 de febrero de 1899:
< Le damos la enhorabuena, así como a su familia, por su feliz regreso>>.

“La Provincia”, del 10 de diciembre de 1898:
<>.

A través de la Carta de Pago y Obligación, otorgada el 7 de noviembre de 1886 ante el notario Emilio Cano (Folio 2818, número 118), sabemos que Patricio de la Corte Báez, nacido en Huelva en 1849, tras ejercer en su patria chica, continuó la profesión, en calidad de médico militar, en Cuba y Filipinas.
Pero ninguno alcanzó tanta celebridad como Manuel Domínguez Garrido, héroe de la guerra de las Filipinas, nacido en 1870 en Manzanilla. Pasó su niñez y mocedad en la ciudad del Tinto y del Odiel, en la que estuvo trabajando en 1883, 1884 y 1885 de panadero en el horno de Francisco García Morano, ubicado en la calle Valencia, para ingresar en el Ejército a renglón seguido. Hace unos años le dedicábamos una Historia Menuda, ya que consiguió que en su pecho prendiera la Cruz Laureada de San Fernando, alcanzó la dignidad de Oficial de nuestro ejército por méritos de guerra y fue conocido en todo el país con el sobrenombre de ”El héroe de Ramblazo”.
De cualquier forma, en la campaña de las islas Filipinas, intervinieron menos huelvanos que en la desarrollada en la isla de Cuba y si la prensa local daba frecuentes noticias de bajas huelvanas en las Antillas, no hemos encontrado ninguna que se produjera en el frente asiático. Sí sabemos que el Teatro “Colón”, que se ubicaba en el Paseo de Santa Fe, fue utilizado como hospital, en 1898 y durante cierto tiempo, para albergar a los repatriados de la guerra de Cuba y Filipinas.
En esta primera fase de la guerra, destaquemos el patriotismo del Sr. Bornes y Romero, iniciador de la creación, durante el verano de 1896, de leales voluntarios de Manila y jefe del citado escuadrón (3).
Sobre la acción de este patriota y de otro como López Navarro se contaba:

<<…Los telegramas de estos días nos dieron cuenta de la marcha del general Blanco subiendo el Pasig, atravesando la laguna de Bay, para arribar a Calamba (en el istmo entre las lagunas de Bay y de Taal, como punto de partida para la actual campaña, confirmando lo que “La Correspondencia de España” había supuesto de ser esa la línea militar determinada por el desarrollo de la rebelión, y que constituiría, dados los accidentes topográficos de aquella parte de Luzón, la principal base de operaciones de nuestro ejército…>>.

El apoyo norteamericano a la liberación de Cuba tras el episodio del “Maine” repercutió en Filipinas. El archipiélago vivía la tregua de Biaknabato, que los Gobiernos de Madrid no supieron aprovechar. Sin embargo, la cohorte independentista en su exilio de Hong Kong, sí supo ponerse en contacto con el almirante Dewey, que había recibido órdenes de neutralizar a la escuadra española en Manila.
La suerte de Filipinas en aquel conflicto hispano-yanqui se decidió en el mar. Cavite, la base naval próxima a Manila fue el escenario, el 30 de abril de 1898, del famoso episodio bélico que pasó a la Historia como “desastre de Cavite”, batalla naval en la que el almirante americano derrotó completamente al español Montojo causándole grandes pérdidas en barcos y vidas. Poco después, 19 de mayo del citado año, desembarcaban las cohortes de Aguinaldo en Cavite. Y llegó la oportunidad de que los españoles, luchando contra los filipinos o los americanos, escribiesen páginas heroicas defendiéndose, en viejos fortines o bastiones, contra contingentes enemigos que lo superaban en número, víveres y armamentos, aún después de que se firmara el Tratado de París. El título de una película famosa: “Los últimos de Filipinas” representa una loa al valor hispano, en defensa de un trozo de su Patria, que no se perdía por las armas, sino por la negligencia de los políticos españoles, tanto en Manila como en Madrid.
En Oficios y Minutas. 1898, número 133, se anunciaba la celebración de un Tedeum por la terminación de la guerra:

< Deseándole a V. S. que viva muchos años. Manuel García Viejo>>.

En uno de los Boletines Oficiales del Estado fechado en mayo de 1949, el Gobierno franquista publicaba una disposición que concedía un donativo a los excombatientes de Cuba y Filipinas. Este anuncio se insertó en el “Odiel” y el día 3 de junio del citado año le hacía una entrevista al único superviviente de aquellas guerras. Se trataba de Fermín Donoso Álvarez, nacido en nuestra ciudad en 1872, vivía en 1949 en la barriada de El Pinar. Perteneció a la Quinta militar del año 1894. Había luchado en Ilo-Ilo, a quinientos kilómetros de Manila y en San Juan del Monte, y, en las dos o tres escaramuzas en las que participaron los españoles, vencieron a los nativos.
Fermín Donoso contaba un curioso lance del que él fue testigo: Cuando terminó la guerra, un día paseaba por el Malecón, el más hermoso paseo de Manila, un grupo de españoles y un cabecilla tagalo. Cruzó ante ellos, montado en un coche un capitán español que iba acompañado de sus hijas mocitas. El filipino empezó a pronunciar obscenidades e insultos contra los españoles en una mezcla de español y lengua nativa, y uno de los soldados españoles, aunque ya había entregado las armas a los norteamericanos, llevaba un cuchillo y le dio una puñalada al cabecilla tan certeramente que lo dejó muerto en el acto. Al día siguiente, los españoles, pendientes a que llegaran los barcos para repatriarse a su país, cantaban la siguiente letrilla:

“El otro día, señores
veréis lo que pasó;
a un cabecilla insurrecto
mataron en el Malecón.
Con “toa” la guasa del mundo
nos quiso tomar el pelo
y le dieron una “puñalá”
que le partió hasta el sombrero”.

(1) Actas Capitulares, del 10 de enero de 1868.
(2) Diario “La Provincia”, del 2 de enero de 1881.
(3) Diario “La Provincia”, del 26 de octubre de 1896.

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jueves, 6 de noviembre de 2008

Huelva en la Guerra de Filipinas




La pérdida de las islas Filipinas y Huelva (I)
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Suele decirse de Cuba que “fue la última perla de la Corona de España”. Pero no es justo olvidar que en la misma fecha de su pérdida, 1898, también en las islas Filipinas dejó de ondear la bandera española.

Ya desde el inicio de la conquista por parte española de las islas Filipinas en el siglo XVI, los indígenas del archipiélago lucharon por su independencia. En 1878, los filipinos provocan duros levantamientos. En marzo de 1879, el gobierno español envía varios barcos al apostadero de Filipinas. En uno de ellos, iba un joven marino que intervendría en varias operaciones realizadas en aquel país asiático y que, con el transcurrir de las décadas, llegaría a Vicealmirante de la Armada española. Nos referimos a Honorio Cornejo y Carvajal, nacido en Zalamea la Real (Huelva) el 25 de noviembre de 1861. Su carrera militar siguió su curso. En octubre de 1889, se incorpora de nuevo al apostadero de Filipinas, donde, en febrero de 1890, ascendió a Teniente de Navío. Después de servir en diversos buques, le fue conferido el mando del cañonero “Samar”, regresando a la Península en marzo de 1893, por cumplido en campaña y enfermo. Pero no fue hasta cinco años más tarde, fecha en la que los filipinos hispanizados, al igual que otras colonias de Ultramar, consiguieron su objetivo tras la guerra con España y la protección de los Estados Unidos.
Antes de la guerra de finales del siglo XIX, Huelva había tenido diversas relaciones con las islas Filipinas. Así, en el Boletín Oficial del Estado del viernes 27 de diciembre de 1867, se daban las instrucciones referentes a la instalación de Junta de Partidos y Parroquiales para recolectar donativos a favor de las islas Filipinas y Puerto Rico. En efecto, en la sesión municipal del día 10 de enero del año siguiente (1) se creaban las Juntas de Partidos y Parroquiales, estas últimas serían presididas por un teniente de Alcalde, un sacerdote y varios señalados vecinos de la villa. Conozcamos la constitución de la Junta Parroquial de San Pedro: teniente de Alcalde, Luis Pérez, presidente; Diego Gómez Mora, cura de dicha parroquia y José María de la Corte y Enrique Pérez, vecinos de la misma. Por su parte, la Junta Parroquial de la Concepción estaba formada por el teniente de alcalde, José María Redondo –reputado líder carlista, añadimos nosotros-; presidente, Luis Ortega, cura de dicha parroquia, José María Pérez Barreda y Bernardino Mardoqui, vecinos de la misma. La Junta del Partido de Huelva la componían el alcalde de Huelva, José María López Ortiz, el Arcipreste Bene Pereira y Masa y los vecinos Francisco Carrión Rey, funcionario municipal y Francisco de Paula Monís, presbítero contribuyente.
En definitiva, el pueblo huelvano supo responder y cooperó con el resto de la Nación a aliviar los apuros de Filipinas y Puerto Rico.
Para mandar algún artículo o viajar en calidad de pasajero a las islas Filipinas, existían dos vías: la extranjera y la española. Cada inicio de año, la prensa local comunicaba todos los detalles de ambas rutas (2):

< La salida por la vía española es desde Barcelona los días 10 de cada mes y por tanto, de Huelva, tres fechas antes>>.

Otros nexos de nuestra ciudad con Filipinas eran las óptimas relaciones que en los años ochenta y noventa del siglo XIX tenían las Juntas de Obras del Puerto de Manila y Huelva. En este sentido, recordamos a José López Navarro, que vivió durante muchos años con su familia en Huelva, ejerciendo el cargo de Jefe de Obras Públicas de la Provincia. Solicitados sus servicios en Manila, en calidad de Ingeniero director de las Obras del Puerto de Manila, creó y fue jefe de una flotilla de vapores que recorrían el Pasig, canalizado para que tuvieran acceso a la laguna de Bay y transportara desde sus riberas materiales para aquella magnífica obra del puerto de Manila, al que supo engrandecer (3).
También eran frecuentes las visitas al puerto de Manila de una corbeta muy vinculada con nuestra ciudad, la “Aurora”, que participó, años más tarde, en los fastos que conmemoraban el IV Centenario del Descubrimiento de América. Asimismo, el gran autor teatral, Sebastián Alonso Gómez, nacido en la pinturera y choquera calle de las Monjas (más tarde, Burgos y Mazo y, en la actualidad, Tres de Agosto), nacido el 18 de agosto de 1862, nieto del célebre Gobernador Alonso, siendo muy joven marchó a las islas Filipinas donde ejerció, durante varios años, de empleado en unas oficinas.
El tabaco filipino era muy apreciado por su bondad económica y calidad en nuestra ciudad. Así, tras una etapa de escasez de este tabaco, “La Provincia” daba, el 24 de marzo de 1888, la buena noticia de que nuevamente se podía adquirir en los estancos:

< Los hay de todos precios; la elaboración es buena.
A algunos aficionados le hemos oído celebrar los nuevos paquetes de cigarrillos.
En breves y cigarrillos puros, el surtido es muy varío -por sesenta céntimos hay quien se fuma una “tranca” y echa más humo que una locomotora.
Los purillos de ocho céntimos es lo que nos parece muy exiguos>>.

El día 21 de agosto de 1896 estalló la insurrección y, nueve días más tarde, ocho provincias filipinas estaban sometidas a la ley marcial.
Esta guerra tuvo dos fases: en la primera se imponen las armas españolas. Así, el 17 de febrero de 1897, la batalla de Zapote fue un éxito para las fuerzas hispanas y un serio revés para las filipinas. Los meses siguientes vieron otros éxitos del ejército español. Las noticias llegaban a Huelva y se celebraban. Así, en “La Provincia” del sábado 18 de noviembre de 1897, se decía:

< La Banda de Música tocó durante un rato en la puerta del Ayuntamiento y en la del Gobierno Civil.
Durante toda la noche fue grande la animación y el bullicio en las calles>>.

Hasta tal punto se imponía el Ejército español que, en diciembre de 1897, y a cambio de unas anunciadas reformas y negociaciones serias sobre autonomía, se entregaron 800.000 pesos a los dirigentes nacionalistas (la mitad para el cabecilla Aguinaldo) y se le facilitó también un pasaporte para Hong Kong. Acompañaría a Aguinaldo y a 35 líderes el sobrino del general Primo de Rivera, el entonces teniente coronel Miguel Primo de Rivera, que se auparía en la cima de la Historia de España en 1923. Con esta jugada, nuestro país tenía opción de llegar a una solución política… pero perdió una oportunidad de oro. No obstante, todo parecía indicar que la paz estaba lograda. Así, en la revista huelvana “La Cruz Blanca”, número 23, fechada el 9 de febrero de 1898, se leía:

< Al acto asistieron representaciones de la Diputación, Ayuntamiento, Audiencia, Instituto, Escuela Normal, etc. Ofició el arcipreste García Viejo>>.

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jueves, 16 de octubre de 2008

Martín Pérez, en el umbral de "El Rinconcito"




Martín Pérez, en el umbral de “El Rinconcito”
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Martín Pérez Campillo, conocido en el mundo flamenco con el remoquete de “Martín el del Rinconcito”, vio la luz primera en la huelvana Plaza de la Merced el 24 de octubre de 1947. No obstante, sus primeros años los pasó en el cien veces altamente venerado trozo de Huelva que contiene el barrio de Las Colonias.


Sus primeros recuerdos lo llevan a la Plaza de Toros de la Merced convertida en cine de verano, a la Plaza de la Merced, en donde la impresión de Huelva era la de una pequeña ciudad romántica, llena de duendes y de trovas y leyendas marinas, en la que, en su templete, tocaba la Banda Municipal de Música, una plaza seductora: con mucho sol, flores en las macetas y caritas morenas tras las rejas; al Conquero, esa maravillosa zona de Huelva donde sus cabezos parecen de Suiza y su arbolada florida hace soñar con vergeles de Valencia, el Molino de la Vega, al que, en ocasiones, llegaba el agua a su zona media y en el que luego estuvo trabajando cerca de treinta años y en el que conoció al hoy prestigioso Bar “Patrón”, como simple taberna; la Cinta, con su sencillez conmovedora, la iglesia de la Merced con su suntuosidad grandiosa, el huerto de “El Pelao”, donde se iban los chavales de la época los domingos…
Estudió en la Escuela Francesa, pero pronto se dio cuenta de que lo suyo era el cante y estuvo en el colegio lo estrictamente necesario. Pronto, en 1968 ó 1969, se adhirió a un grupo que nació en nuestra ciudad y que respondía al nombre de “Los Flamencos de Huelva”. Con este conjunto grabó un disco, en 1973, que gozó de un buen éxito. Dos años más tarde, surgió la figura de Manolo Rubio y con él, en calidad de manager, el grupo aspiró a cotas artísticas más elevadas. Así, grabó el segundo disco
En sus primeros latidos, el grupo “Los Flamencos” estaba compuesto por José Antonio, Juan Miguel Santos, “Pepito Bulerías”, Joaquín (más tarde en “Los Rocieros”, y Martín Pérez. Después, entró Manolo Millán (que había dejado “Los Marismeños”).
Durante la grabación de su segundo disco, tras formalizarse el grupo, la Casa discográfica entendió que no era comercial el nombre artístico de “Los Flamencos” y cambiaron el nombre pasando a llamarse “Los Gachós”. En esta nueva etapa, formaban el conjunto flamenco Manolo Pozo Cascales, Martín Pérez Campillo, “Pepito Bulerías” y Fernando Gallego. Poco después, “Pepito Bulerías” se enroló con el mítico grupo “Jarcha”, y en su lugar entró José Antonio Ramírez “El Tato”, que había dejado el grupo “Los Duendes”. Después, salió de esta cohorte flamenca Fernando Gallego y, en su lugar, entró Alfonso Illescas que coincidió con el gran éxito de “Los Gachós”. Con este nombre, grabaron siete discos, entre ellos el celebérrimo fandango de la cacería, cuya gallardísima letra decía y dice:

“Qué bonito es el fandango
Al amanecer el día
en el silencio del campo
cuando voy de cacería…”

También sonó bastante unas sevillanas, de Eliseo Monsalvete, que se titulaban “Sale la Virgen”; un tema de Felipe Campuzano que se llamaba “No te atormentes, morena”… Con su magnífico repertorio en 1975 y 1976 actuaron en toda España con general éxito. El inconveniente de este grupo huelvano consistía en que sus componentes eran artistas-obreros, esto es, alternaban su trabajo con las actuaciones, algunos estaban casados y por estos y otros inconvenientes, “Los Gachós” se disolvieron.
En la temporada del primer ascenso a Primera División del club de nuestros amores, Isidro González, Antonio “El Jaraqueño”, Eduardo Hernández Garrocho y Martín Pérez Campillo, compusieron en honor del Club Decano, varios fandangos que, más tarde, grabaron
Martín, con la finalidad de ganar el sustento y continuar cerca del flamenco, decidió instalar un bar en un lugar céntrico de la ciudad. Y en la estrecha y costanera calle Marina -una de las más típicas de esta Huelva encantadora- había existido un bar que, en pocos años, había tenido un dédalo de propietarios, los cuales siempre lo habían denominado “El Rinconcito”. Así, lo regentó el excelente bailaor “El Choro”, después lo tuvo Manolo Cabeza que le dio un aire muy bueno y, finalmente, Jesús Duarte. Martín cobijó en el local más efluvios flamencos, instalando un pequeño escenario por el que, a lo largo de cuatro años, desfilaron casi todos los intérpretes huelvanos en aquellas fiestas flamencas que se daban los viernes y sábados por la noche, como “El Terrible”, “El Pecas”, Pedro Pavilo, Manolo Azuaga, José Luis Rodríguez, Juan Carlos Romero... Se puede afirmar que todos los artistas de teatro (Conchita Cuetos, Florinda Chico, José Sacristán…) y los foráneos de flamenco que venían a Huelva a actuar y los locales se acercaban a “El Rinconcito” (Enrique Morente, Joaquín Amador, Estrella Morente, Paco de Lucía, Juan Carlos Romero, “El Pecas”, Paco Toronjo, los Azuaga, Antonio Sousa, “El Terrible”, “Los Marismeños”, “El Lumi”, Camilo Gómez y un interminable etcétera, que era un lugar de encuentro. Allí, hablaban en amable camaradería un político con un torero, un inspector de policía con un aficionado al flamenco, porque todos coincidían en su afición a S. M. el Fandango. Su clientela fue numerosísima, ya que Martín, servicial hasta el hartazgo, supo ganársela. Allí paraban escritores, pintores, músicos y casi todos los toreros de Huelva: Miguel Báez, Chamaco, Barroso, Silvera, Joselito Romero, Pedro Quintero “El Gallero”, Pepe Gallardo, Fariña, Miguel Conde, y todos los subalternos taurinos; todos los aficionados al flamenco, como Antonio Romero, Paco Chaves, “El Caramelo”, Antonio Fortes, Manolo Cabeza e integrantes de las diversas peñas flamencas; comisarios e inspectores de policía, personajes entrañables como Casimiro Pachón, Paco Rodríguez, políticos de derecha, entre ellos nuestro primer edil, Pedro Rodríguez, de izquierda o del centro, ¡qué más daba, si lo importante era disfrutar de aquel ambiente festero! Pero, no seamos tímidos y traspasemos el umbral de tan célebre establecimiento: Conforme se entraba había un rinconcito, observatorio ideal muy disputado por los clientes, ya que desde allí se miraba hacia dentro y se observaba el paso elegante de las bonitas choqueras. Todo estaba limpio en “El Rinconcito”: lo mismo el mostrador (de unos cinco metros) que las jarras de barro, botellas que lucían en los anaqueles y cocina que se situaba detrás de la barra. Después, se pasaba a un saloncito con finalidad industrial. Al fondo, un amplio salón, pulcro y decentemente amueblado, cuyas paredes se hallaban exornadas con carteles de toros antiquísimos y fotografías que testimoniaban brillantes actuaciones de artistas del cante y del baile.
Otro atractivo de “El Rinconcito” fueron sus suculentas tapas. Se ponen de moda las migas al estilo de la Sierra huelvana, el rabo de toro adquiere gran celebridad. La clientela se hace lenguas de los exquisitos tostones de jamón y de anchoas caseros y de una pizarra en la que se detallan veintitantas tapas y una carta de comedor que tenía nueve o diez platos, todos caseros, todo gracias al esmero, pulcritud y a la ciencia culinaria de su cocinera, Ana Pérez Díaz, señora de Martín.
El trabajo en “El Rinconcito” era agotador: a las ocho de la mañana comenzaban a servirse los desayunos. A renglón seguido, los aperitivos, las comidas… y así hasta las seis de la tarde. Tras un breve descanso, el local volvía a tener actividad hasta las una o dos de la mañana.
El Martín cantaor comenzó a fraguarse en “El Rinconcito”. Había cantado desde niño y en el grupo “Los Gachós” cantaban fandangos, alegrías, tangos en festivales flamencos, abundantes en aquellas calendas en nuestra provincia. Ya, en su afamado local, en el que se daban numerosísimas fiestas, se impregnó de flamenco y comenzó a cantar a petición de guitarristas y clientes. Después, los vaivenes de la vida lo han conducido a que tuviera que sufrir varias operaciones en sus piernas y que aquellas noches somnolientas las dedicara a escuchar flamenco, a aprender flamenco.
En noviembre del año 2006 fue invitado a actuar en la Peña Flamenca de Palos en la que tuvo una noche inolvidable. Fue tal el éxito, que Vicentico el animoso presidente de la citada Peña lo volvió a llamar y participó en el homenaje que se le dio a Pilar Pulgar, ex alcaldesa de la bella localidad palerma. Más tarde, actuó en la Peña de las Colonias que le dio un emotivo homenaje, en la Peña de La Orden, en la que cantó por diez palos; el día 24 de octubre de 2008 habrá cantado en la Peña Flamenca de Huelva, en noviembre del mismo año tiene el proyecto de cantar en El Higueral. También actuará en Cataluña y continúa la senda abierta…
Estamos convencidos de que Martín, poseedor de una tesitura de voz fuerte y limpia, seguirá triunfando en el difícil arte que practica profesionalmente. En este sentido, Onofre López, entendido flamencólogo, le dijo no hace mucho: “Martín siempre has tenido la voz fuerte, pero ahora la tienes recogida. Estás cantando con más solera, con más conocimiento…”. No en balde Martín lleva en sus venas sangre huelvana, de choquero neto, es, en definitiva, un onubense, de rompe y rasga.


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lunes, 29 de septiembre de 2008

los coches de caballos en la historia de Huelva.





Los coches de caballos en la historia de Huelva

Históricamente hablando el coche de caballos de alquiler nació, según el historiador Antonio Domínguez Ortiz, sobre el año 1500. En 1546 se vio el primer coche de este tipo en España ocasionando una letanía de quejas, ya que se decían “fomentan el gusto y la vanidad”. Fue prohibido en 1573, pero ante la presión femenina permitida de nuevo en 1626. Hasta la aparición del coche de motor reinó durante varias centurias.

Antes de pasar al tema de los coches de caballos de alquiler en nuestra ciudad, veamos algunos datos del ambiente de la Huelva de principios de siglo, ciudad que se parecía, por su pequeñez, a una tertulia familiar alrededor de la camilla, en oposición a esta actual que se asemeja a una andaluza grandota y con obesidad de cuarentona que ha parido mucho y se ha cuidado poco…
Aquella Huelva del primer tercio del siglo pasado donde los coches de caballos corrían precipitadamente sin rivales de motor, para volver vacíos y embarcar nuevos pasajeros. Aquella Huelva en que se gozaba del aspecto del paisaje, donde en los carruajes de alquiler iban condesas sin condados cuyos maridos con voz aguardentosa apremiaban al cochero para llegar antes al Santuario de Nuestra Señora de la Cinta a ofrecer una Novena a la Santa Patrona. La Huelva entrañable de la iluminación mediante gas, de calles enpedradas de adoquines por las que circulaban las carretas de bueyes, los carros de mula, los coches de caballos al punto, las manuelas (que según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua se llama asi y no “Manola”) y alguna que otra berlina para militares de graduación… y horizontales de mucha cotización.
Aquella Huelva que veía como briosos caballos eran obligados por las riendas de los cocheros y el silbido del látigo, que veía como unos peatones permanecían como esatuas ante tal celeridad, y otros escuchaban el crujir al girar las ruedas, anuncio del fin del trayecto. Aquella Huelva que aún conservaba en su callejero denominaciones muy peculiares en su toponimía: plazas, placetas, plazuelas, calles, callejones…. Bautizados don nombres tan congruentes como seductores: Calle La Fuente (por ser paso para proveerse de agua en la fuente que existía en la Plaza de San Pedro), calle Silos (hubo durante siglos depósitos de granos para saciar el hambre del pueblo en épocas de malas cosechas o escasa pesca), calle “Los tumbados” (por ser una calle con mucha inclinación e ir los vehículos por ella “tumbaos”, o bien por reparar los marineros, en la indicada postura, sus redes), calle los herreros (porque existían varios talleres de herrería, donde pasaban a reparar sus averías las antiguas diligencias que hacían el trayecto Sevilla – Huelva y viceversa), calle de las Tendaleras (porque en ella extendían los marineos sus redes para que se secaran, tras ser limpiadas), calles Las Bocas (por ser boca de riego o desagüe de Huelva en el mar; otra versión dice que recibía este nombre por venderse en ella bocas, obtenidas de los “barriletes”, por último, porque se decía que, en tiempos antañones, se recogían “bocas” en este lugar.), calle Berdigón…
Feliz aquella Huelva en cuyo callejero aun no se habían colado los nombres – casi siempre sin venir a cuento – de santos, santas, generales, jefes y oficiales, políticos de segundo orden o de la modesta vítola de la Administración Local, la mayor parte de ellos con una fama tan circunstancial y efìmera. Feliz Huelva que se vanagloriaba de tener la Ermita de la Soledad, la Casa de los Garrocho, la Casa del Diablo, el muelle de la Compañía minera de Río Tinto en perfecto estado y un largo etcétera que lamentablemente ha ido desapareciendo. ¡Entrañable y siempre amada Huelva!
Veamos, las diferentes clases de carruajes que poseían las Empresas que tenían coches de caballos en Huelva:
Landó: Vehículo de tres o cuatro caballos. Ideal para bodas bautizos, etc. Fue el utilizado a la llegada a España por Evita Perón cuando en los años cuarenta fue a visitar el Monasterio de Santa María de la Rábida. Era un coche descapotado o un cubierto.
Jardinera: Dos caballos enjaezados con calesera (guarniciones). Dependiendo del tiempo reinante podía tener o no tener techo. En cso afirmativo poseía, para una mayor discreción, cortinas.
Break: Modesto en su sencillez, holgado en sus dimensiones. Podía cobijar un máximo de dieciséis personas. Era utilizado en la Fiesta de Todos los Santos para desplazamientos al Cementerio de Nuestra Señora de la Soledad. Había que reservar la plaza o sitio con antelación. Tenía la parada en la Plaza Quintero Báez. Era el modelo utilizado por los hoteles “Urbano”, “Madrid”, “París” e “Internacional” para recoger a los viajeros en las estaciones y alojar el mayor número posible de clientes.
Además de los distintos coches de caballos mencionados destquemos el milord: Birlocho con capota, muy bajo. Ligero y tirado por un solo caballo, en ocasiones se le sumaba otro. Este era el carruaje que conducía el eficiente cochero y gran conocedor de caballos Rafael Camacho Fernández, quien indicaba que los días de Carnaval la capota estaba echada, ya que sus ocupantes iban vestidos de máscaras.
Todos los caballos excepto los break, se empleaba para llevar a la presidenta, esposa del experto taurómaco que presidía el festejo taurino, de turno a la plaza de toros de La Merced.
Hasta los años sesenta, el postrer transporte en las comitivas fúnebres también se realizaba en coches de caballos. Funearias que coincidieron en Huelva en una etapa más o menos duradera fueron “La Soledad”, “La Humanitaria” y “Nuestra Señora del Perpetuo Socorro”.
Se abría el cortejo con los negros estandartes de la funeraria con inscripciones latinas de oro. Le seguían los hombres que componían la comitiva eclesiástica (sacristán, párroco, etc.). Después iba el difunto a hombros, inmediatamente la carroza fúnebre, tirada por caballos empenechados. Le seguían los coches vacíos de amigos y familiares del fallecido. El número de éstos reflejaba la categoría social del difunto.
Los coches de alquiler eran fabricados en Gran Bretaña y Francia, aunque también se llegaron a fabricar en nuestro país: en Madrid, Sevilla y Huelva. En las mangas de los ejes de estos vehículos estaba grabado el nombre del fabricante y el lugar de fabricación.
Había destinos felices para ir en coche de caballo: degustar un excelente pollo en la Venta Vizcaya, acudir a las tertulias flamencas de la Venta “Isla Chica”; saborear los exquisitos platos variados en el mesón del Huerto Paco, ir a merendar a la Venta “Alvarez” o bien inclinarse con fe ante la Virgen de la Cinta en su Santuario del Conquero y, por último, acercarse a ver el hermoso paisaje y el eterno abrazo a la Cruz de Cristóbal Colón en la rotonda de la Punta del Cebo o Sebo.
Paradas: Inicialmente, diciembre de 1883, en la Placeta. Más tarde, a principios del siglo pasado, se podían tomar estos coches de punto enla Plaza de las Monjas, calle Béjar, Rafael López y Granada y plazas de Quintero Báez y de Coto Mora. También en las estaciones de ferrocarriles de Sevilla y Zafra.
Entre las cocheras hay que destacar la de la popular Agapita, la de Restituto Santos, la de Juanito “el del yeso”, la de francisco Rodríguez Bellerín, la de Manuel García Garrido, frente a la plaza de toros de La Merced, que dedicaba sus coches a los pueblos; la de Francisco y Manuel Millán Pérez, sita en el Barrio del Matadero, al igual que la de Carmen Brea; la del “Comparito”, la de Dolores “La Tuerta”, en la calle Oviedo; la de Aurelio Vizcaíno, que tenía su cochera en la calle Valencia y la parada en la calle Béjar, la de Manuel Díaz Pereña “El Marqués”, en la Avenida de las Adoratrices y por último “La Constancia”.
Una escueta nota inserta, con fecha de 4 de diciembre de 1883, en el diario “La Provincia” nos da la primera referencia del empleo de coches de caballos en nuestra ciudad: “desde el primero del corriente mes se ha establecido en nuestra capital un nuevo servicio de coches que conducirá a los pasajeros que gusten utilizarlo desde la Fonda “de las Cuatro Naciones” (o sea, desde La Placeta) hasta la Estación de Sevilla y viceversa, por el ínfimo precio de dos reales, pudiendo llevar una maleta o saco de noche.
Los que deseen disfrutar desde su casa a la Estación, pagarán tres reales avisando oportunamente antes de la salida del tren; y a los que lo necesiten para fuera de la población será a precios convencionales, pudiendo entrevistarse con su dueño, D. Rafael Fernández Mesa, en el establecimiento de “Los Andaluces”, Concepción, 23.
¡Con que, señores, al coche!”.
Veamos algunos profesionales de esta rama de transporte que alcanzaron renombre por su buen hacer profesional. El primer nombre de cochero onubense lo tenemos en Francisco Jover Vidal, que “tenía un negocio de coches por valor de cinco mil pesetas”. Fue éste un padre bondadoso con su hijo Isidro, ya que lo había librado de la suerte de soldado y, más tarde, le cedió, por testamento otorgado el 28 de octubre de 1907 ante Juan Cádiz (Folio 3.666, número 291) su negocio y dinero, 650 pesetas, para que adquiriera un caballo; Manuel García Garrido “Niño Rico”; “El Tórbolo”, Julián y Juan Salas; “Bombito”, “Chato”; “Manolito”, Pepe Garrote, Cortesana, Toscano, Manolo “Simpereza”; Sebastián; Avelino, Pepe “el sacerdote”; Antonio de Jerez, Bogota, “El Tipipi”, Antonio “El Pintor” y Pepe “El Miuro”, Rafael Tarivona, “El Sanjuanero”, Martelo, Antonio “El Gordo”; Carreño, Luis Boquilla, Franquera, Ricardo Riera, “El Troncho”; “Pestiño”, “El Quirro”, “El Figaro”, Pepe “El hortelano”, Manuel Domínguez de la Corte, conocido por sus dotes de corrección y extrema amabilidad; Montes, “Sotilla”, Píchardo, Pepe García “El Caena”, al que solían dejar algún coche de caballo para que ganara dinero, ya que nunca fue propietario. Siempre iba rodeado de una multitud de chiquillos; Benito Álvarez, Ponce “El Rubio”, Pepe Moreno “El Niño de Gibraleón”, “Mané”, “Cerveza”, Báez, Rafael Camacho Fernández, Pepe “El Carnicero”, Pepe Sierra, Paco Isidro, Francisco Gordillo, que era cochero autónomo; “Te con Leche”, cochero que se especializó en hacer gomas macizas de carruajes de caballos; “Angelillo”, que llegó a mayoral, es decir, cochero de primera. Es curioso el caso de Manuel Toscano cuya afición por los nobles brutos le llevó a conseguir un puesto de cochero en la Empresa “La Soledad”; “El Yanqui” y, por último, “El Chivero”, popular hasta el grado máximo. Fue el cochero que cerró el transporte de alquiler de coches con tracción animal en Huelva. Hacía el servicio de noche en la carretera de Gibraleón en los años sesenta.
Un coche de caballos, sobre los años 1936-37, costaba tres pesetas por el servicio de una hora. El desplazamiento al Cementerio Nuevo tenía ocho pesetas de precio.
El veterinario que gozaba de más popularidad en nuestra ciudad era el Sr. Espinosa.
Caballos distinguidos fueron los cuatro de color negro que llevaban los féretros de los coches fúnebres de la Funeraria “La Soledad”, que le llegaron de las cuadras “Bohórquez”, Garvey y dos de la cuadra “Barroso”, también llamada “Casa del Corazón”. Otros caballos que merecieron fama imperecedera fueron: “Ecijano”, “Perea”, “Barboso”, “Chiva”, “Bayo”, “Manolo”, de Paco Isidro, magnífico caballo castaño de muy buena alzada; “Jerezano”, “Tenorio”, que murió durante una romería hacia la aldea de EL Rocío”; “Elkegante”…
Hay discrepancias con respecto al número de vehículos de caballos de alquiler que existió en Huelva; un número muy exacto sería el de cuarenta caballos ejerciendo el servicio al mismo tiempo.
Por la gran aceptación que siempre Huelva ha tenido hacia los coches de caballos, había algunos médicos que visitaban a sus pacientes en este medio de transporte, citemos a D. José Calatrigo Morales; el conductor del carruaje de D. Fernando Pérez Sevillano, el gran rociero, era el conocido “Susoni”. También D. J. Buendía disfrutaba de este cómo medio de locomoción. Los tres médicos tenían coche propio. Otros galenos que alquilaban coches para asistir a sus pacientes fueron D. Agustín Domínguez Belda, D. Joaquín Barba, etc.
Entre las numerosas anécdotas que hemos recogido, vamos a relatar tres: La primera ocurrió en la plaza Quintero Báez, sitio de espera, hasta que llegaran pasajeros, de doce o quince cocheros; para entretenerse capturaban ratones a los que pintaban de rojo¸eran los “ratones coloraos”, que tanto júbilo proporcionaban a los chiquillos, que incluso se acercaban a dar de comer a los roedores o ver como los cocheros realizaban idéntica función.
La segunda anécdota nos la proporciona el caballo “Bedrini”. Este noble bruto en los cortejos fúnebres se echaba al suelo y no había quien lo levantara. Había que desengancharlo y poner otro. Esto lo arregló un cochero cuando le puso debajo matorrales o ramajos y prendió fuego a los mismos.el caballo ante semejante calor dio un salto impresionante. Fue un remedio santo.
La tercera y última anécdota la protagonizó el cochero “Calami, el sevillano”, quien en unión de otro compañero tan desenfadado como él, se fue en un coche fúnebre de juerga; el conocía el coche y el otro cochero iba dentro de una caja mortuoria. Todo terminó en un accidente que le costó un período bastante prolongado de hospitalización y tener luego, que responder ante la justicia por tomar un coche que no era el suyo. Intercedió por él el sacerdote de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, don Pablo Rodríguez. Todo terminó felizmente.
En los coches de caballos se utilizó también el servicio por abono.
Los coches de caballos no sufrían muchas averías. Todos los cocheros llevaban diferentes alambres para reparar sobre la marcha los desperfectos que se producían en las gomas. Caso de que fueran de mayor importancia acudían a talleres “Carrascal”, en la calle Sor Paula Alzola. Paco Liáñez era especialista en la reparación de ruedas. Los hermanos Oliver eran guarnicioneros. Su taller estaba en La Placeta. Cayetano Gordillo fue un excelente especialista en guarniciones y además constructor de coches; su hijo siguió la misma tradición en Cortegana, donde tuvo un taller de reparaciones de autos y todo lo referente a coches de caballos.

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viernes, 26 de septiembre de 2008

Historia del Cine Terraza Palacio




El cine Terraza Palacio
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El cine “Terraza Palacio” fue un signo elocuente de los años sesenta del siglo pasado y de aquella época -época idónea para los que querían divertirse y sus posibilidades económicas les permitían hacer realidad esta aspiración- y porque fue un eslabón más de la voluntad de un hombre que de la nada, a base de inteligencia, sacrificios y tesón, supo crear un imperio económico: Sánchez Ramade.


En los años cincuenta y sesenta del siglo XX una de las inversiones más seguras era el cine. Todavía no existían los coches en número tan elevado, como ocurriría décadas más tarde, y los ciudadanos se conformaban con reservar las entradas de algunos de los numerosos cines que se asentaban en nuestra ciudad. En la fecha canicular, aumentaban considerablemente el número de locales cinematográficos con la apertura de cines de verano en los diversos barrios huelvanos (“Viaplana”, “Isla Chica”, “Miramar”, “Jardín Cinema”…). El “Terraza Palacio” se alojaba en un espléndido edificio de planta baja que, para su función como cine de verano, reunía inmejorables condiciones, a las que había que añadir la ventaja de su emplazamiento en la antigua calle General Mola, número 16 (actual Plus Ultra). En este sentido, ocupaba el espacio que más tarde tuvo la prestigiosa firma “Arcos Centro Comercial”, con la pantalla que detrás tenía la calle José Nogales y, a la izquierda, el ambigú.
Aparentemente nada había en la fachada que pudiera llamar la atención del transeúnte o visitante, que, no obstante, no la calificaba de fea.
El arquitecto, José Miguel Rodríguez Cordero, se encontró con un solar, de forma rectangular (“con un fondo de 45,50 metros y una longitud media de 12,50, ascendiendo en su superficie a 550 m/m”), procedente de la demolición de una finca, que conservaba sus medianerías laterales en perfecto estado, por ser los edificios colindantes (“Unión y el Fénix” y “Telefónica”) de reciente y sólida construcción. Así, que la obra que tuvo que realizar para transformarla en cine fue mínima: se redujo a una crujía de fachada y un muro de pantalla. “La crujía de la fachada se construyó en la planta baja en toda la anchura de la fachada (de 15 metros) por tres metros de fondo para cobijar los servicios de aseos y taquillas y para soportar la cabina que se construyó centrada en la segunda planta”. En la segunda planta se levantaron, arrogantes, dos pequeñas pérgolas laterales a la cabina, para que las enredaderas le diera dignidad al edificio que tan privilegiado emplazamiento tenía. La composición de la fachada se enmarcó mediante dos pilastrones de ladrillos cerámicos, avitolados, que flanquearon los tres huecos de las puertas, que fueron rematados por una visera con un rótulo luminoso que anunciaba el Cine y que estaba coronada por un gran ventanal formado por paneles de hormigón, tipo “sach”. La cornisa era tan sencilla que no tenía pretensiones de alcanzar la belleza, estaba rematada de hormigón. El paramento estaba enlucido de cemento y pinturas de colores vivos. Los laterales de la fachada eran lisos para fijar la cartelera. El citado arquitecto, contó con la colaboración del aparejador José María González Azcona. Y vamos a detallar el interior del Cine: La pantalla se construyó de tabiques dobles a la capuchina sobre la medianería que el arquitecto encontró. En la parte baja situó pilastras laterales a las que acopló contrafuertes de tabique con la finalidad de que formaran nervios decorativos. En la parte superior de las pilastras se observaban nichos para colocar los altavoces. La pantalla se reflectó, formando embocadura con una doble hilera de tabique con 40 centímetros de vuelo. Para darle un mayor realce al edificio, el original arquitecto construyó una jardinera o arríate pasamental.
El espectador que se disponía a ver la película de turno, se encontraba con un patio inmenso (capaz para albergar 756 sillas) que poseía una rasante adecuada y un pavimento arenado con albero y tres pasillos longitudinales suficientes para la cómoda circulación del público. Como los precios que tenía que pagarse en taquilla eran muy baratos, al finalizar cada verano, la saga de los Sánchez Ramade se frotaba las manos de satisfacción por el éxito económico obtenido.
En el Legajo del A. M. H., 231, número 1275, conocemos que el presupuesto que tuvo que abonar Eugenio Sánchez Ramade ascendió aproximadamente a 60.000 pesetas
Un anuncio inserto en las páginas del diario “Odiel” del 21 de julio de 1960, anunciaba su inauguración:

< Son valederas las mismas invitaciones que para el Palacio del Cine>>.

Efectivamente. La Empresa Sánchez Ramade también explotaba el “Palacio del Cine”, que se ubicaba en la calle Béjar.
En este primer verano, 1960, la empresa exhibió en la pantalla de este cine una auténtica selección de excelentes películas:
27 de julio: “El campeón y la bailarina”.
28 de julio: “Maternidad imposible”, interpretada por Linna Marques.
29 de julio: “Defiéndete Callagnan”, por Tony Whrigt.
2 de agosto: “Sabela vuelve al ataque”, por Sylvia Koscina y Renato Salvatore.
3 de agosto: “El vizconde de Montecristo”.
21 de agosto: “Diego Corrientes”, por José Suárez y Marisa de Leza.
31 de agosto: “El albergue de la Sexta Felicidad”, por Ingrid Bergman.
El día 25 de septiembre, cesaba la actividad de este cine de verano con la película
titulada “El Archiduque y la Costurera”, por Ziemann y Rodolf Pratk.
El 10 de junio de 1961 se inauguraba la temporada del “Terraza Palacio” con el film “Los puentes de Toko-ki”, por Gener Nebly. Williams Holden, Mickey Rooney y Frederich March.
Con excelentes entradas de público continuó la temporada que finalizó el día 1 de octubre de 1961. Aquél día se proyectó un film de acción: “Las aventuras de Quintín Durward”, de Robert Taylor y Kay Kindall.
La temporada de 1962 la comenzaba el 10 de junio con el estreno de “Llamad al 22-22, Inspector Sheridan”, por Ubaldo Lay y Nidtar Duca.
El éxito apoteósico de aquel verano fue, sin duda, el estreno –así lo anunciaba la Empresa en “Odiel” el 15 de julio- de la película de Marisol, “Ha llegado un ángel”,
Con la proyección, el 26 de septiembre de 1962, de “Anatomía de un asesinato”, interpretada por James Stewart y Lee Remick, finalizaba la temporada veraniega de 1962.
En el verano de 1963 este Cine no abrió sus puertas. No obstante, la Empresa tuvo mucha actividad en sus cines “Palacio del Cine” y “Central Cinema” y en las películas que proyectaba en el Estadio Cinema (en el Estadio Municipal también se daban sesiones de cine).
En las fechas caniculares de 1964, citemos dos éxitos: “Rocambole”, proyectada el día de la inauguración de temporada (24 de junio) y el día 3 de Agosto, “Los viciosos”. Como actores: Graciela Borges y Jorge Salcedo.
Y llegamos al epílogo de este cine: la temporada de 1965. La inauguración la tuvo con un estreno que se convirtió en un gran éxito; “¡Qué noche la de aquel día!”, en el que los papeles estelares los tenían los integrantes del mejor conjunto músico-vocal de la Historia, “The Beatles”.
Recordemos otros éxitos:
22 de julio: “Molly Brown”, interpretada por Debbie Reynold y H. Presnel.
29 de julio: “El desierto de Pigalle”, de Anne Girardot y Pierre Travaud.
El 5 de agosto Mario Moreno “Cantinflas” arrancó muchas carcajadas con su película “Ahí está el detalle”.
4 de septiembre: “Los hijos del capitán Grant”, por Maurice Chevalier, Hayley Mills y George Sanders.
18 de septiembre: “El sabio en apuros”, por Fred Mac Murray y Nancy Olvin.
El 26 de septiembre de 1965 los cinéfilos se despedían de las excelencias veraniegas de esta pantalla, disfrutando con la deliciosa película de Rocío Dúrcal. “La chica del trébol”. En esta ocasión, el oponente masculino de Rocío era José Luis López Vázquez.
Antes de finiquitar la historia de este Cine, sepamos los motivos que indujeron a ello en una época en la que la actividad de un cine era un negocio serguro.
El solar donde estuvo ubicado el “Terraza Palacio” a lo largo de cinco años, procedía del derribo de un edificio que en el mismo espacio existía, cuya demolición se llevó a cabo por su dueño. Alfonso Ramírez de Arellano, Marqués de Encinares, previo expediente de declaración de ruina incoado a su instancia, y cuya tramitación, por la resuelta y unánime oposición de los inquilinos que habitaban el inmueble, dio origen a una larga y empeñada controversia administrativa que duró cerca de diez años.
En 1958, ya estaba vacío el inmueble, pero el Ayuntamiento, basado en que se encontraba en estado ruinoso, obligó a don Alfonso a que derribara la vivienda. A lo largo de meses, el propietario del solar intentó venderlo sin que lo pudiera conseguir, ya que existía una gran crisis en nuestro país. ¿Y si construyera por mi cuenta un nuevo edificio semejante al de la sede de la Compañía de Seguros”La Unión y el Fénix” Español? pensó el noble terrateniente. Se puso en contacto con el arquitecto Sr. Cánovas del Castillo, que había hecho el proyecto de la casa propiedad de la Compañía y éste le aseguró que en 1959 era imposible realizar una vivienda similar a la de “La Unión y el Fénix por menos de nueve millones de aquellas pesetas (su coste alcanzaba por metro cuadrado unas 4.000 mil pesetas, por lo que los 460 metros cuadrados que medía el solar y las decoraciones interiores y exteriores de los pisos supondría la desorbitada, para la época, cantidad de nueve millones de pesetas). No se arredró, y se puso en contacto con los diversos bancos que no le pudieron prestar la citada cuantía, ya que una disposición del Ministerio de Hacienda prohibía esta clase de préstamos.
En este callejón sin salida, llegó Eugenio Sánchez Ramade y le propuso alquilarle el solar para instalar en él un cine al aire libre. Llegaron a un acuerdo y firmaron un contrato de arrendamiento para la explotación del solar por espacio de cinco años, haciendo constar en dicho contrato que si encontraba alguna persona que quisiera comprarlo, el arrendatario, Sr. Sánchez Ramade, habría de dejarlo libre mediante una pequeña cantidad de indemnización al comprador. Así pues, cuando terminó el contrato en 1965, el “Terraza Palacio” se convirtió en una de las páginas del libro de la Historia del cinematógrafo en nuestra ciudad.
En estos años, el ruido que producían los altavoces del cine que historiamos, provocó la denuncia, ante al Ayuntamiento, de Antonio Ruiz Muño, propietario del Hotel “Victoria”, situado en la calle José Nogales y limítrofe, por lo tanto, con la parte trasera del “Terraza”. Esta denuncia derivó a que durante el verano de 1963, permaneciese el cine en total inactividad.

Si todos los locales y solares destinados a la actividad cinematográfica en nuestra ciudad, fueron empleados, en alguna ocasión, para otros fines (veladas de boxeo, baile, espectáculos flamencos o de otra índole), el “Terraza Palacio”, por su riguroso contrato de arrendamiento, en los cinco años en que estuvo vigente se dedicó, exclusivamente, a la proyección de películas.

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martes, 16 de septiembre de 2008

Monumento a los Litri









Historia del conjunto escultórico a los “Litri”
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Desde el punto de vista de lo emocionalmente choquero, ofrece interés presentar a los amables lectores de estos trabajos de investigación la historia del conjunto escultórico a los “Litri”. Pero, antes buceemos en la Historia para tocar casi el fondo de la leyenda de la saga taurómaca más antigua del mundo, la de los “Litri”.


Comenzó esta dinastía sus pasos históricos (1) con el modesto quehacer taurino de Manuel Báez Aráuz “Mequi” (1830-1873) que toreó unas cuantas novilladas en Huelva y provincia. Su hijo, Miguel Báez Quintero (1869-1932) destacó en los años finales del siglo decimonónico e iniciales de la centuria XX, dejando su cartel de valiente y buen matador en las plazas de la Península, Francia y América. Le sucedió José Rodríguez Báez, “Litri II”, (1891-1958) su sobrino, infalible con la espada que en 1915 se marchó a América y nunca volvió de aquellas tierras hermanas. La bravura y el corazón de la cadena de los “Litri” la continuó Manuel Báez Fernández (1905-1926), que fue torero de emoción, de valentía temeraria, de bravura sin ejemplo, dominador del coraje y del músculo, que cayó en la lucha frente al “Extremeño”, toro del hierro de Guadalest, que con sus astas huidas obligó a Manolito a hacer un alto definitivo en su vida convertida en una vorágine de contratos, triunfos y sonrisas. El testigo de la saga lo tomó Miguel Báez Espuny, torero de valor y emoción que fue indiscutible figura en la clasificación nacional de toreros y que dejó como último eslabón de la cadena litrista a otro valiente, Miguel Báez Espínola.
Y era curioso que una dinastía que había llevado el nombre de Huelva por todo el mundo finalizando el siglo XX no tuviese un monumento que recordara a propios y extraños las proezas toreras que habían protagonizado los diversos “Litri”. Es bien cierto, que voces onubenses autorizadas (Pedro Muñoz (q.e.p.d), Antonio Fernández Jurado, Antonio José Martínez Navarro, en nombre de ADEPAH (Asociación para la Defensa del Patrimonio Histórico-Artístico de Huelva); Jesús Barrios, Paco Salgado y otros) habían solicitado el Monumento a los “Litri”, pero las hojas del calendario caían sin cesar sin que se llevase a cabo lo que aspiraba todo el pueblo huelvano.
Por fin, en el alba del año 2000, la Fundación “El Monte” (actual “Cajasol”), siempre preocupada con todo lo relacionado con las tradiciones y la cultura de Huelva, no dudó en mostrar su respaldo económico (que inicialmente fue de nueve millones de pesetas), finalizando íntegramente la estatuaria.
El convenio entre el Excmo. Ayuntamiento de Huelva y la citada entidad bancaria se firmó el viernes, 30 de marzo de 2001.
Ambas entidades depositaron su confianza en un escultor de imponderable vocación, que siendo muy joven ya había demostrado su prematuro talento y que vivía y vive inmerso en su estudio de Aracena, mostrando una concentración sobrehumana para llevar a cabo las numerosas obras que le encargan. Nos referimos a Alberto Germán Franco.
Unos meses de precisión, vigor y firmeza de ejecución, precisaron un conjunto escultórico al que le fijaron fecha de su inauguración: Se celebraría el día 19 de enero de 2002. El sitio designado para la elevación del grupo escultórico sería el de la Plaza de los “Litri”, tan cercana a la desaparecida casa en la que nacieron y vivieron tres toreros de esta dinastía y murió “Litri I” y que había languidecido en sus últimos años. Creemos que fue un acierto total del Ayuntamiento que presidía (y sigue presidiendo) don Pedro Rodríguez González.
El autor del diseño del monumento hizo que la escultura mirara hacia el Norte, de tal modo que se la encontraran y fuese vista por todos los que entraran en Huelva por la Avenida de Andalucía en su camino hacia el centro de la ciudad.
En la plaza de los “Litri” el sol, el ambiente, el bullicio del público asistente al acto, todo, cantaba a la vida aquel día histórico del 19 de enero de 2002 en el que quedaría inmortalizada para siempre la saga torera.
El momento de descubrir el conjunto escultórico, cubierto por la bandera de Huelva, fue emocionante, indescriptible. Y todos pudimos observar una taza en la que se apoya el conjunto. Sobre ésta se acopla un plinto octogonal de piedra y un pedestal también octogonal con un perímetro inferior al plinto que acoge los relieves escultóricos de un metro y noventa centímetros en el que se representan cada una de las generaciones de la saga. El grupo escultórico queda coronado con la figura de Miguel Báez Espuny, vestido de semidiós torero, con la flámula en una mano y en la otra la espada que tantos triunfos le dio. El escultor, Alberto Germán Franco, nos presenta la imagen con ausencia de todo escorzo, en la peculiar inmovilidad que presagiaba la preparación de lo que se convertiría en el inicio de un “litrazo”, ya esperado por los aficionados.
El conjunto escultórico alcanza los ocho metros de altura según el proyecto, de los que tres pertenecen a la estatua de bronce que representa a Miguel Báez Espuny “Litri”. Es, después de la Fe Descubridora de la Punta del Sebo o Cebo, el monumento más alto de nuestra ciudad.
Si el artista pretendía que la figura se integrara como netamente huelvana, consiguió su objetivo, ya que todos, amantes o no del arte de Cúchares, se han identificado con ella, han coincidido en calificarla como notabilísima obra artística. En definitiva, conjunto escultórico cuya precisión, vigor expresivo e intensidad realista y firmeza de ejecución lo eleva por encima de muchos de los artistas de su tiempo.

(1) “La dinastía de los “Litri”, obra de Antonio José Martínez Navarro.

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martes, 9 de septiembre de 2008

Central de electricidad "San José y San Antonio"







Central de Electricidad "San José y San Antonio"
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En la ciudad de patios porticados, de casas blanqueadas, de callejas dominadas por el olor a damas de noche y a salitre, evocadoras de romances, en la Huelva de principios del siglo XX, su iluminación nocturna se basaba en una clara luz de gas que alumbraba en unos mecheros que tenían vida como las velas. No obstante, en distintos establecimientos ya disponían de luz eléctrica. Pues bien, en esta capital existía un hombre, dechado de honestidad y amor hacia su patria chica, Huelva, que todo lo que tocaba lo convertía, cuan un rey Midas, en oro y que estaba dispuesto a que la promoción de su ciudad fuese una realidad: Antonio de Mora y Claros.

En los años de desenfrenada, febril actividad, en las que todas las horas del día no eran suficientes para desarrollar sus numerosas ocupaciones laborales, políticas y sociales, en el período comprendido entre 1905 a 1911 desarrolló todas sus aportaciones. Una de ellas, la creación de la Fábrica de Electricidad “San José y San Antonio”, se encargaría de proporcionar el fluido eléctrico a todos los locales y casas particulares de la ciudad a lo largo de más de dos épocas.
En la “Guía de Industria y Comercio”, que vio la luz en 1917, quedan citadas como únicas Fábricas de Electricidad existentes en tal fecha la de “The Huelva Gas and Electricity Compañía Limited”, que limitrofeaba con la Plaza de Toros de la Merced y que, en 1920, ya había cesado en su actividad; y la que historiamos, que se situaba en las proximidades de Peguerillas y que disponía de un magnífico y espacioso edificio.
En 1919, estando las arcas municipales vacías, la Fábrica “San José y San Antonio” suministró fluido eléctrico a la ciudad de Huelva sin que le cobrase la menor cantidad. Ese mismo año, Antonio de Mora y Claros cambió el alumbrado de gas por el de electricidad, y dotó a la ciudad, sufragado de su peculio particular, de un eficaz servicio de Bomberos.
En las actas municipales del 18 de junio de 1920, podemos apreciar el generoso impulso del ilustre patricio hacia su ciudad natal:

<<…El Sr. Silván expuso que ha observado el cambio del alumbrado eléctrico por gas, sin que el Ayuntamiento haya adoptado acuerdo alguno sobre el particular. El Sr. Presidente -se refiere al Sr. Mora y Claros- dijo que había ocupado la presidencia previamente para das las explicaciones que había de requerir el Sr. Silván, que el que habla es el propietario de la Central Eléctrica “San José y San Antonio” de la Fábrica del Gas, por lo cual ha creído conveniente hacer ensayos para el alumbrado público por gas a fin de que el Ayuntamiento pueda adaptar el que crea más conveniente y en tal concepto de ensayo se ha cambiado el alumbrado por el de gas en varias calles y en la plaza de las Monjas, que reitera lo que tiene ya manifestado y consta en acta; respecto al cobro del alumbrado en tiempo en el que el orador desempeñaba la Alcaldía añadiendo que para poder transferir lo que hubiera de gastarse el alumbrado y expresarse al final de año hace desde ahora solemne y expresa renuncia del importe de dicho alumbrado durante todo el presente año, fuese o no alcalde el que habla, comprometiéndose por último a no estudiar contrato con el Ayuntamiento para el citado alumbrado al que continuaría suministrando como si se tratase de un nuevo abonado y todo esto ejerciendo la Alcaldía como cuando abandonó dicho cargo…>>.

En mayo de 1920, la Fábrica de Electricidad de don Antonio va ampliando su número de clientes y, por ese motivo, solicita al Ayuntamiento la ampliación de sus instalaciones. En las Actas del 2 de junio de 1921, podemos leer la concesión del permiso solicitado:

<<…Dar permiso a don Antonio de Mora y Claros para ampliar su Fábrica de Electricidad sita en la carretera de Gibraleón con arreglo al plano que acompaña y autorizar a la Alcaldía para expedir la oportuna licencia para instalar en la Fábrica dos motores de 365 H. P. y un motor “Diesel” de 265, una vez transcurrido el plazo de agravios, sin que se formule reclamación alguna…>>.

Días después, 17 del mismo mes y año, el Ayuntamiento solicitaba a la Fábrica de Electricidad el coste del fluido que necesitaba para la iluminación de las escasas calles que ya disponían de este avance tecnológico:

<<…Se dio lectura a un informe de la Comisión Especial de Alumbrado, exponiendo que ha pedido a la Central Eléctrica “San José y San Antonio”, única existente en nuestra ciudad, nota de precio para el suministro de fluido eléctrico y de gas.
El precio señalado por dicha Central es de 35 céntimos de peseta por el metro cúbico de gas y 80 céntimos de peseta por el Kilovatio de electricidad cuya disminución a 60 en toma de peseta será posible cuando terminen de instalar los tres motores que en la actualidad se ha instalado en dicha Fábrica…>>.

La muerte de Antonio de Mora, acaecida en 1922, no significó el fin de la Fábrica de Electricidad. Así, en el Legajo, número 897 del Archivo Municipal de Huelva, podemos leer un trámite llevado a cabo, en octubre de 1923, por Francisco Hernández Espleguero, Administrador de la Central Eléctrica “San José y San Antonio”, sita en la carretera de Gibraleón, número 150. Posiblemente esta Central se mantendría vigente y enlazaría históricamente, en los años treinta, con la prestigiosa Compañía Sevillana de Electricidad, tan arraigada en estos lares.

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martes, 12 de agosto de 2008

Jesús Medrano



Jesús Medrano, toreo con toda la pureza.
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En esta Historia Menuda vamos a sondear un poco en la historia del novillero y pulsar su corazón siempre inflamado por el arte de los “Litri” y “Chamaco”. Nos estamos refiriendo a Jesús Medrano Hernández.
Nació Jesús en la onubense calle de Concepción Rodríguez Garzón, número 19, enclavada en las Tres Ventanas, el 19 de octubre de 1973, casi arropado en un capote de paseo. Así, desde que empezó a andar a gatas sólo pensaba en la Fiesta. Después, se dio cuenta de que, viendo una corrida televisada, algo le conmovía por dentro. Sería torero. Además, qué otra profesión que no fuese la del toreo podía elegir quién era hijo del valiente novillero “Curro Rivas”.


Sus primeros juegos fueron fundas de estoque y los primeros amigos niños que toreaban con un palo y un trapo. Hasta tal punto, que toreó por vez primera en un Festival celebrado en Aljaraque en el que coincidió con Antonio Pérez “El Onubense” (q. e. p. d.), Manuel Suero “Batalla” y Fernando Moreno. Su debut acaeció en la segunda quincena de agosto de 1982, cuando apenas tenía 9 años.
Pasan los años y Jesús lleva sus libros bajo el brazo. Cuando apenas tenía 13 años le pregunta el reportero taurómaco del diario “Odiel” y él opina que “hace falta una Escuela Taurina en Huelva…”.
Se convierte Jesús en un mocito serio y callado, pero nada más que piensa en los toros. En esta etapa de aprendizaje toreó veintitantas novilladas sin picadores en toda Extremadura. Su finalidad, ir aprendiendo. Más tarde, torea en Huelva dos corridas sin picadores.
En estas fechas, y durante cerca de un año, Jesús estuvo entrenando en la operación de tentar los becerros y becerras en la hermosa dehesa de don Ramón Sánchez Ibarbue, situada en Pajanosa (Valdeflores) con el que, años más tarde, se convertiría en popular matador de toros, Manuel Díaz “El Cordobés”.
Alborea el año 1990 y ya tiene madurez su toreo. Lo hace con mucha pureza, interpretando su quehacer taurino con mucho sentimiento, porque cree que la base fundamental de un diestro debe ser la verdad. Comienza la temporada en una corrida que organizaron el Gobierno Civil y la Plaza de Toros. Se debió realizar el 8 de diciembre de 1989, pero las lluvias obligaron a que se ejecutara el Día de los Reyes Magos de 1990. Hicieron el paseíllo en el coso de la Merced, solos, sin cuadrillas, impecablemente vestidos de corto, Antonio Pérez “El Onubense”, Manolo Roca, Jesús Medrano y Rafi Acevedo. Los cuatro matadores tuvieron momentos muy brillantes, pero Medrano fue el triunfador, cortando 2 orejas y un rabo. Banderillearon con mucha solvencia, “El Peti” y Miguel Conde. Después, participa en una corrida de promoción celebrada el 13 de mayo del citado año en Guadalajara, alternando con Rafi Acevedo. Los dos onubenses consiguieron dos orejas cada uno. Semanas después toreó, consiguiendo una oreja, en Aracena, alternando con Jorge Buendía y Jesús de Fariñas; Jabugo (8 de julio, ganado de Rafael Iñiguez, alternando con Curro Vega, que sustituyó a Jesús Fariñas, y “El Paye”). Si no hubiera fallado con la espada hubiese triunfado plenamente); Cortegana (novillos de Íñiguez); Villafranca de los Barros (toreó tan bien, 2 orejas, que repitió actuación a la semana siguiente. Testigos de su éxito fueron Antonio Muñoz y Evaristo Carrasco), La Albuela (con Antonio Muñoz y “Umbreteño”, ganado de Concha Navarro; 8 de septiembre, novillada en el coso pacense de Puebla de Sáncho Pérez, cortándole, a su único novillo, las 2 orejas y el rabo. Al día siguiente, toreó en Ayamonte, en unión de Javier Conde, Jesús Fariñas, “Umbreteño” y el caballero rejoneador Ignacio Huelva, novillos del hierro de Guardiola… Este es el año de su presentación en Huelva, el 14 de septiembre. En una novillada de promoción con Álvaro Acevedo, Manolo Contreras, Joselito de los Reyes, Jorge Buendía y Antonio Muñoz. Una semana más tarde, torea mano a mano con “El Niño de la Piedad” y el rejoneador José Luis Hernández. En total, había toreado 9 corridas: 12 orejas y 2 rabos.
Su bautizo de sangre lo tuvo en un festival celebrado en Jabugo en el que toreaba con José Antonio Campuzano, Emilio Silvera, Curro Valle. El novillo del desaguisado, astado que sobresalía del festival, muy fuerte, por el que estuvo a punto de suspenderse el festival, le infirió una cornada que afortunadamente fue limpia. Pese a estar herido, le recetó una estocada que acabó con su vida. Después, otro buró en la plaza de Olivenza, al ejecutar la suerte suprema le rompió el menisco y los ligamentos. Con respecto a porrazos, se podrían contar por miles los que recibió a lo largo de su carrera novilleril. Él se acuerda de un golpe que recibió en Jabugo, quedó inconsciente y pudo acarrearle consecuencias muy serias.
El debut con picadores lo hizo en el albero de Moguer. Compañero de cartel fue Manuel Díaz “El Cordobés”. Estuvo tan fenomenal en la lidia que realizó que cortó 2 orejas y le dieron el premio a la mejor faena.
Recordemos algunos lances importantes que jalonaron su trayectoria taurina: En el coso de su patria chica toreó dos veces en la parte seria (completaba el espectáculo el “Bombero Torero”) y en una novillada con picadores en la que fue el triunfador. Lo acompañaron aquella tarde Francisco Barroso y el malagueño Ricardo Ortiz.
En Jabugo, el sábado 11 de julio de 1992, el empaque y la verdad con la que toreó Jesús a los novillos de Guardiola hicieron que saliera (al igual que Manuel Díaz “El Cordobés” y Contreras) a hombros por la puerta grande, por la que salen los semidioses toreros.
En Ayamonte, 30 de junio de 1991, con excelentes novillos de Ramón Sánchez. Compartieron con él aquella tarde torera, Manolo Gallardo y Jesús Fariñas. Jesús Medrano desplegó un toreo vibrante, revoloteando su capa al son de la brisa de la ría. Cortaron para él dos orejas. El 7 de septiembre de 1992, los aficionados ayamontinos fueron testigos de la óptima labor que Medrano le hizo a su primer toro (el segundo salió marrajo) en la que evidenció los excelentes progresos logrados que le hicieron ganar dos orejas. Los novillos, de José de la Puerta. Vestidos con trajes de luces aquella tarde iban también el sevillano José Luis Peralta y el onubense Contreras, que alcanzó 3 orejas. Tras otros triunfos, en Nerva, los aficionados se quedaron muy complacidos por la valiente faena que realizaron el 21 de agosto de 1994. Jesús Medrano, Jesús Fariñas y Raúl Corralejo…
En el anillo de Aracena hizo el paseíllo con la que sería famosa torera Cristina Sánchez, y con “El Cobo”.
Con el empresario de la plaza de Lucena del Puerto escrituró diversas corridas y festivales. Aquí salta la anécdota: Ocurría que desde hacía 20 años no se otorgaba ningún rabo. Pues bien, le tocó a Jesús un novillo jabonero de bonita lámina, se lo brindó a Miguel Báez “Litri” y, tras una excelente faena, le otorgaron dos orejas, rabo y pata.
En Rociana se le quería y se le quiere mucho. Así, toreó cinco corridas obteniendo en ellas 3 rabos. Alternó en ellas con los diestros Pepe Luis Vázquez, Pareja Obregón, Víctor Puerto, Francisco Barroso…
Si salir de nuestro país convierte a un matador de toros o novillos en internacional, Jesús Medrano lo fue, ya que toreó en el Sur de Francia, en Borbotán (Casahulon), realizando una buena brega. Coincidió con Pepín Liria.
El debut en su patria chica, como novillero con picadores, lo realizó junto a otros dos debutantes: Ricardo Ortiz y Francisco Barroso. Por tal motivo, hicieron el paseíllo desmonterados. Esta corrida, en la que se lidiaron novillos de Joaquín Buendía, de buena presentación y mejor juego, se efectuó el 30 de julio de 1993. Nuestro biografiado, brindó uno de sus novillos a Matías Vizcaíno, su apoderado. Obtuvo el único trofeo de la corrida. “Huelva Información” añadía: “… Jesús Medrano, primer triunfador de las Colombinas…”.
En Montilla (Córdoba) participó en una novillada, bureles de la dehesa de Chamaco, en el que estuvo tan afortunado que le dieron el premio al “Mejor Novillero de Andalucía” y le hicieron una entrevista que apareció en Canal Sur Televisión; en Jabugo (ciudad en el que tuvo gran cartel), toreó en compañía de Manuel Díaz “El Cordobés y Manolo Contreras, faena que quedó en la retina de los que la presenciaron. La faena de la que tiene mejor recuerdo la dio en Málaga capital, astados de Concha y Sierra. Compañero de brega, Tobali. Aquella fue una .faena de dimensión en la que cree que alcanzó la máxima madurez como lidiador.
De los numerosos triunfos de su última época, recordemos el que obtuvo en el redondel de Zalamea el 10 de septiembre de 2000. Los novillos habían pastado en la ganadería de Hermanos Rubio Martínez. Eran corniveletos, esto es, sus cuernos eran dos navajas albaceteñas. Alternó con Enrique Peña, que estuvo valiente y le cedieron una oreja. Jesús Medrano fue el triunfador con cuatro orejas y la apoteosis. Jesús Medrano se retiró del planeta de los toros en el año 2005, en la corrida ya citada de Málaga.
El punto débil de Jesús Medrano fue la espada. Así, el viernes 10 de septiembre de 1999 debió obtener un éxito ruidoso en Moguer, pero estropeó su labor con los aceros y se quedó en dos silencios. Por cierto, alternó con Rafael Roca (cuatro orejas) Fernando Toronjo (vuelta al ruedo) y José Luis Cañaveral (un trofeo).
En definitiva, novillero que contó con el valor y la técnica necesarios para alcanzar el doctorado taurino, pero su prematura trayectoria (si hubiese iniciado su trayectoria a los 15 ó 16 años hubiera tenido más fluidez su carrera) y no ser un certero estoqueador, le privaron de alcanzar cumbres del toreo más elevadas.


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jueves, 7 de agosto de 2008

la dulce historia onubense de los caramelos






La dulce historia onubense de los caramelos. (I)
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Un caramelo es un alimento preparado generalmente a base de azúcar. Se consigue mediante la cocción de azúcar. Este puede consumirme como líquido, tal es el caso del caramelo que se añade por encima del flan, o como sólido. El caramelo solidificado se consume habitualmente dejándolo deshacer en la boca. A este se le suele añadir sabores diversos.

Como vendedor ambulante de caramelos, debemos gentil recuerdo a José González Pérez, conocido con el remoquete de “Panfrito”, que actuó en diversos equipos de fútbol de nuestra capital en la demarcación de cancerbero, a quien el Real Club Recreativo de Huelva le dio un partido de homenaje en 1940, por haber defendido sus colores. “Panfrito”, fue también el autor del libro “Historia del fútbol en Huelva y provincia”, obra que gozó de gran prestigio en nuestra ciudad. Pues bien, José González vendía a los pasajeros de las líneas férreas de Sevilla-Huelva y Zafra-Huelva unos descomunales caramelos popularmente conocidos como “adoquines”. Estaban éstos envueltos en cinco papeles diferentes cuyos colores eran: verde (para los caramelos de sabor a menta), amarillo (limón); rosa (fresa) y rojo (naranja) y los adquiría, al por mayor, en la Tienda de Blas, calle Rábida, donde también vendían unos caramelos de chocolate con almendras, inaccesibles para los bolsillos modestos.
En 1939, viene destinado a Huelva, en calidad de Delegado de la O. N. C. E., el que años más tarde fue ilustre compositor, Primitivo Lázaro. Con gran visión de futuro, pensó en la Casa Colón como sede de su Organización. No lo pudo adquirir porque el Consejo Superior de Ciegos de la Organización consideró que tres millones y medio de pesetas era una cantidad demasiado alta para destinarla a Huelva, sin tener en cuenta que esa finca vale hoy ochenta o noventa millones de euros y en la cual él se proponía instalar la Delegación Provincial, un colegio para Niños, Residencia para afiliados sin hogar y, sobre todo, Fábrica de caramelos.
Ante la negativa del Consejo Superior, compró el edificio rotulado con el número 5 de la Alameda Sundheim, un precioso chalet, estilo palacio, que había sido elevado en 1868 por el magnate alemán Guillermo Sundheim y Giesse, y que tuvo el honor de albergar, compartido con una embarcación surta en la ría, catorce años, más tarde al Rey Don Alfonso XII cuando estuvo en Huelva.
En los años cincuenta del siglo pasado, cuando nuestro país salía del negro túnel de la racionamiento de alimentos, llegaron a nuestra ciudad los caramelos “Trébol”, de la Casa “Tucán”. Los niños huelvanos comenzaron a consumirlos en gran cantidad por dos razones: por su calidad, y porque un número determinado de envoltorios enviados en un sobre a la central de la Casa los hacía participar en un sorteo. En el “Odiel” del 11 de abril de 1956, los caramelos “Trébol” llevaron grandes premios al Colegio Francés de Huelva: un velomotor “Mosquito”, cinco bicicletas, doce relojes “Techacs”, doscientos veintiocho plumas estilográficas y numerosas bolsas de… caramelos “Trébol”.
A lo largo de muchas décadas, Huelva ha asistido siempre a la invasión de sus calles y plazas por las comitivas de los Reyes Magos. Así, mientras sus pajes y ayudantes desde las carrozas arrojan confetis y serpentinas, ellos arrojan caramelos a los miles y miles de huelvanos que contemplan el paso de la Cabalgata. A juzgar por la violencia con que tiran los caramelos, más que Reyes de Oriente parecen honderos baleares.
Pero sigamos a respetuosa distancia a un conocido personaje, y donde él entre, entremos nosotros; cruza con celeridad la calle Concepción y se detiene a saludar a un amigo a quien da un caramelo. Se trata de Diego Díaz Hierro, huelvano, y José Manuel de Lara, hijo de Guadix (Granada). Ambos son gente de la pluma. El primero es insigne historiador. El segundo es un poeta de reconocida sensibilidad. Después de tratar sobre diversas cuestiones, don Diego continúa sus pasos y se detiene ante otro amigo al que también le ofrece otro caramelo. Y así iba, dando caramelos por doquier. No nos cabe la menor duda de que a su muerte le cedió a nuestra ciudad el más hermoso de los caramelos: su excelente archivo histórico.
El 13 de enero de 1974, llegó a la Ciudad de los Niños un coche de los bomberos onubenses. Pero no para apagar un fuego, sino a llevar un importante cargamento de caramelos que el “Rey Baltasar” -Carlos García-Iglesias Blount- donaba para los pequeños de forma personal. Por cierto, para ayudar a la supervivencia de esta encomiable Obra, a lo largo de los años se han organizado diversas campañas llamadas “Operación Toallas”, “Operación Ladrillo”, etc. La “Operación Juguetes” (1972), terminó felizmente: La firma Ibáñez Hermanos-J. Barba le regaló a la Ciudad de los Niños un magnífico televisor en color; los hermanos Rafael y Pedro Estévez le llevaron treinta kilos de caramelos. También colaboraron “Nuevas Galerías”, Electrodomésticos “Gredos”, Raya, Álvarez-Entrena, Antonio Pelayo, Amador Suárez…
En los años sesenta y setenta del siglo pasado, algunos de los circos que actuaron en Huelva solía repartir caramelos entre el público joven de sus gradas. Citemos en esta postura al Circo Monumental y al espectáculo que encabezaba la llamada “Pippi Calzaslargas de Huelva”:

<<… Seguidamente hizo su aparición a lomos de un caballo blanco con grandes lunares negros, la “Pippi Calzaslargas de Huelva”, que repartió a la chiquillería caramelos y golosinas entre el regocijo de los niños…>>.

Los kioscos siempre han sido buques insignias en la venta de frutos secos, caramelos y otras golosinas. En representación de este colectivo, traigamos al popular Manuel. El primer puesto lo tuvo en 1936 en la calle Rábida. De allí se pasó a otro (de mayores dimensiones) que instaló en la calle Alfonso XII y, en 1952, situó su último negocio en la plaza de las Monjas
En su puesto vendía pipas y caramelos de todas las clases, periódicos y aspirinas y cuanto pudiesen desear los niños y los mayores.
En abril de 1962, se inserta en el “Odiel” un anuncio que decía:

<>.

Estos fueron los comienzos de la célebre marca “Pictolín” en nuestra ciudad.
El 13 de diciembre de 1963, amplió su negocio, trasladándose a un amplísimo local de la calle Béjar, Antonio Sánchez Mena, el hombre que más caramelos ha vendido en nuestra ciudad, acreditado por tal motivo en nuestra ciudad como “Rey de los Caramelos”. Como curiosidad, Sánchez Mena siguió la tradición de vender los “adoquines” en nuestra ciudad y fue el primer industrial en nuestra ciudad que vendió los célebres “Chupachups” en los años iniciales de la década de los sesenta.
En el año 1980, comenzaron a verse los caramelos con palitos.
En los últimos años se ha desarrollado la “cultura del caramelo”. Así, los ofrecen numerosos comercios onubenses (“Fotodoze”, “General Óptica”, en diversos hospitales, El Monte, a los que se acercan a admirar sus magníficos Belenes; la Caixa y casi todas las restantes entidades bancarias…). En este sentido, los dirigentes de EMTUSA, capitaneados por los señores Nieves y Benjumea, pensaron que debían devolver a los ciudadanos algo de los que ellos le ofrecían. Si los usuarios le aportaban a la Empresa sus dádivas utilizando el transporte, ellos debían darles, además de este servicio, un trato más humano del que se había ofrecido hasta aquellos instantes. Así, se introdujeron en las tradiciones de Huelva: Comenzaron a poner en los autobuses varios “Papa Noel” que animaron y festejaron la fiesta de la Navidad; en Reyes, también se observaban en los coches a los Monarcas de Oriente que felicitaban a la gente que subía a los autobuses y repartían caramelos a raudales…
En la actualidad, son varias las “Mecas de los Caramelos”, varios los establecimientos en los que los niños pueden adquirirlos en todas sus gamas y sabores: “María Luisa”, en el Mercado del Carmen, que confecciona estupendas piñatas repletas de caramelos y otras golosinas; “El Torrat” y los grandes almacenes, como “Carrefour”, “Hipercor”, “Mercadona”… Y hasta los diabéticos se han visto favorecidos en los últimos años, con la aparición de un caramelo que no tiene azúcar y que gracias a los edulcorantes consigue un dulce sabor similar al del tradicional caramelo.











Como vendedor ambulante de caramelos, debemos gentil recuerdo a José González Pérez, conocido con el remoquete de “Panfrito”, que actuó en diversos equipos de fútbol de nuestra capital en la demarcación de cancerbero, a quien el Real Club Recreativo de Huelva le dio un partido de homenaje en 1940, por haber defendido sus colores. “Panfrito”, fue también el autor del libro “Historia del fútbol en Huelva y provincia”, obra que gozó de gran prestigio en nuestra ciudad. Pues bien, José González vendía a los pasajeros de las líneas férreas de Sevilla-Huelva y Zafra-Huelva unos descomunales caramelos popularmente conocidos como “adoquines”. Estaban éstos envueltos en cinco papeles diferentes cuyos colores eran: verde (para los caramelos de sabor a menta), amarillo (limón); rosa (fresa) y rojo (naranja) y los adquiría, al por mayor, en la Tienda de Blas, calle Rábida, donde también vendían unos caramelos de chocolate con almendras, inaccesibles para los bolsillos modestos.
En 1939, viene destinado a Huelva, en calidad de Delegado de la O. N. C. E., el que años más tarde fue ilustre compositor, Primitivo Lázaro. Con gran visión de futuro, pensó en la Casa Colón como sede de su Organización. No lo pudo adquirir porque el Consejo Superior de Ciegos de la Organización consideró que tres millones y medio de pesetas era una cantidad demasiado alta para destinarla a Huelva, sin tener en cuenta que esa finca vale hoy ochenta o noventa millones de euros y en la cual él se proponía instalar la Delegación Provincial, un colegio para Niños, Residencia para afiliados sin hogar y, sobre todo, Fábrica de caramelos.
Ante la negativa del Consejo Superior, compró el edificio rotulado con el número 5 de la Alameda Sundheim, un precioso chalet, estilo palacio, que había sido elevado en 1868 por el magnate alemán Guillermo Sundheim y Giesse, y que tuvo el honor de albergar, compartido con una embarcación surta en la ría, catorce años, más tarde al Rey Don Alfonso XII cuando estuvo en Huelva.
En los años cincuenta del siglo pasado, cuando nuestro país salía del negro túnel de la racionamiento de alimentos, llegaron a nuestra ciudad los caramelos “Trébol”, de la Casa “Tucán”. Los niños huelvanos comenzaron a consumirlos en gran cantidad por dos razones: por su calidad, y porque un número determinado de envoltorios enviados en un sobre a la central de la Casa los hacía participar en un sorteo. En el “Odiel” del 11 de abril de 1956, los caramelos “Trébol” llevaron grandes premios al Colegio Francés de Huelva: un velomotor “Mosquito”, cinco bicicletas, doce relojes “Techacs”, doscientos veintiocho plumas estilográficas y numerosas bolsas de… caramelos “Trébol”.
A lo largo de muchas décadas, Huelva ha asistido siempre a la invasión de sus calles y plazas por las comitivas de los Reyes Magos. Así, mientras sus pajes y ayudantes desde las carrozas arrojan confetis y serpentinas, ellos arrojan caramelos a los miles y miles de huelvanos que contemplan el paso de la Cabalgata. A juzgar por la violencia con que tiran los caramelos, más que Reyes de Oriente parecen honderos baleares.
Pero sigamos a respetuosa distancia a un conocido personaje, y donde él entre, entremos nosotros; cruza con celeridad la calle Concepción y se detiene a saludar a un amigo a quien da un caramelo. Se trata de Diego Díaz Hierro, huelvano, y José Manuel de Lara, hijo de Guadix (Granada). Ambos son gente de la pluma. El primero es insigne historiador. El segundo es un poeta de reconocida sensibilidad. Después de tratar sobre diversas cuestiones, don Diego continúa sus pasos y se detiene ante otro amigo al que también le ofrece otro caramelo. Y así iba, dando caramelos por doquier. No nos cabe la menor duda de que a su muerte le cedió a nuestra ciudad el más hermoso de los caramelos: su excelente archivo histórico.
El 13 de enero de 1974, llegó a la Ciudad de los Niños un coche de los bomberos onubenses. Pero no para apagar un fuego, sino a llevar un importante cargamento de caramelos que el “Rey Baltasar” -Carlos García-Iglesias Blount- donaba para los pequeños de forma personal. Por cierto, para ayudar a la supervivencia de esta encomiable Obra, a lo largo de los años se han organizado diversas campañas llamadas “Operación Toallas”, “Operación Ladrillo”, etc. La “Operación Juguetes” (1972), terminó felizmente: La firma Ibáñez Hermanos-J. Barba le regaló a la Ciudad de los Niños un magnífico televisor en color; los hermanos Rafael y Pedro Estévez le llevaron treinta kilos de caramelos. También colaboraron “Nuevas Galerías”, Electrodomésticos “Gredos”, Raya, Álvarez-Entrena, Antonio Pelayo, Amador Suárez…
En los años sesenta y setenta del siglo pasado, algunos de los circos que actuaron en Huelva solía repartir caramelos entre el público joven de sus gradas. Citemos en esta postura al Circo Monumental y al espectáculo que encabezaba la llamada “Pippi Calzaslargas de Huelva”:

<<… Seguidamente hizo su aparición a lomos de un caballo blanco con grandes lunares negros, la “Pippi Calzaslargas de Huelva”, que repartió a la chiquillería caramelos y golosinas entre el regocijo de los niños…>>.

Los kioscos siempre han sido buques insignias en la venta de frutos secos, caramelos y otras golosinas. En representación de este colectivo, traigamos al popular Manuel. El primer puesto lo tuvo en 1936 en la calle Rábida. De allí se pasó a otro (de mayores dimensiones) que instaló en la calle Alfonso XII y, en 1952, situó su último negocio en la plaza de las Monjas
En su puesto vendía pipas y caramelos de todas las clases, periódicos y aspirinas y cuanto pudiesen desear los niños y los mayores.
En abril de 1962, se inserta en el “Odiel” un anuncio que decía:

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Estos fueron los comienzos de la célebre marca “Pictolín” en nuestra ciudad.
El 13 de diciembre de 1963, amplió su negocio, trasladándose a un amplísimo local de la calle Béjar, Antonio Sánchez Mena, el hombre que más caramelos ha vendido en nuestra ciudad, acreditado por tal motivo en nuestra ciudad como “Rey de los Caramelos”. Como curiosidad, Sánchez Mena siguió la tradición de vender los “adoquines” en nuestra ciudad y fue el primer industrial en nuestra ciudad que vendió los célebres “Chupachups” en los años iniciales de la década de los sesenta.
En el año 1980, comenzaron a verse los caramelos con palitos.
En los últimos años se ha desarrollado la “cultura del caramelo”. Así, los ofrecen numerosos comercios onubenses (“Fotodoze”, “General Óptica”, en diversos hospitales, El Monte, a los que se acercan a admirar sus magníficos Belenes; la Caixa y casi todas las restantes entidades bancarias…). En este sentido, los dirigentes de EMTUSA, capitaneados por los señores Nieves y Benjumea, pensaron que debían devolver a los ciudadanos algo de los que ellos le ofrecían. Si los usuarios le aportaban a la Empresa sus dádivas utilizando el transporte, ellos debían darles, además de este servicio, un trato más humano del que se había ofrecido hasta aquellos instantes. Así, se introdujeron en las tradiciones de Huelva: Comenzaron a poner en los autobuses varios “Papa Noel” que animaron y festejaron la fiesta de la Navidad; en Reyes, también se observaban en los coches a los Monarcas de Oriente que felicitaban a la gente que subía a los autobuses y repartían caramelos a raudales…
En la actualidad, son varias las “Mecas de los Caramelos”, varios los establecimientos en los que los niños pueden adquirirlos en todas sus gamas y sabores: “María Luisa”, en el Mercado del Carmen, que confecciona estupendas piñatas repletas de caramelos y otras golosinas; “El Torrat” y los grandes almacenes, como “Carrefour”, “Hipercor”, “Mercadona”… Y hasta los diabéticos se han visto favorecidos en los últimos años, con la aparición de un caramelo que no tiene azúcar y que gracias a los edulcorantes consigue un dulce sabor similar al del tradicional caramelo.











La importancia que en las últimas décadas han adquirido los caramelos nos mueve a divulgar algunos detalles relacionados con su historia en nuestra ciudad.
En una economía que buscaba la supervivencia como era la del siglo XIX, había pocas opciones para que la mayoría de los padres buscasen para sus retoños algo que no fuese el pan y los garbanzos.
La primera celebración de las Fiestas Colombinas se dio en 1880. Pues bien, casi desde la fecha indicada, en sus puestos siempre hicieron acto de presencia los suculentos caramelos que, a partir de la postguerra, comenzó a ofrecer a la gente menuda unos caramelos, redondos, descomunales, que todavía se siguen viendo en la anual efemérides.
Rompe el siglo XX y los caramelos que se vendían en nuestro país (y, por extensión, en Huelva) eran los de la acreditada marca “Matías López”.
En los primeros años de la citada centuria, se le daban a los Caramelos “P. Catalá” unas propiedades que distaban mucho de tener:

<>.

Los tres primeros establecimientos que mostraron los caramelos en sus más sofisticados formatos fueron el ultramarino “Los Ángeles” y las confiterías “El Buen Gusto” y “Jorva”.
Como aportación al comercio de Huelva de “Los Ángeles” podemos considerar los medidores de capacidad para garbanzos y habichuelas, el cuchillo guillotina para cortar el bacalao, los artísticos utensilios de cristal que contenían caramelos, envueltos en los más vistosos papeles y chocolatinas y los soportes para colocar el jamón y poder cortarlo en lonchas con más comodidad.
Los caramelos de la Confitería “El Buen Gusto” le merecieron unos simpáticos versos, en uno de cuyos cuartetos se leía:

“…Hoy ya no sienten desvelos,
los padres han perdido el susto
porque compran caramelos
y bombones en “El Buen Gusto”…

También destacó, a partir de 1914, en la exposición y venta de los caramelos “Jorva”.
En tiempos de la II República española, ocurrió un curioso lance en la que los caramelos “Eureka” se vieron envueltos en la picaresca. Su representante en Huelva, Antonio Hervás, mandaba insertar en “La Provincia” del 13 de junio de 1933, el siguiente aviso:

<>.

Finalizando agosto de 1938 la guerra civil comienza a declinar hacia su desenlace final siete meses más tarde (1 de abril de 1939). Es el momento en el que los nuevos mentores deciden cuáles eran los alimentos que no se consideraban como de consumo de primera necesidad, con la finalidad de gravarlos con un diez por ciento. Es obvio que los caramelos estaban en esta relación, pero conozcamos otros pertenecientes a este grupo con algunos de los cuales es posible que no estemos de acuerdo: Jamón (de cualquier clase), salchichón, lomo embuchado, chorizo (desde 14 pesetas el kilo), sobrasada, mortadela, quesos, aceite refinados, mantequilla, mojama de lomo en atún, chocolate, galletas, confituras, pasas, orejones de frutas, dátiles, dulce de membrillo, confituras, mermeladas, aceitunas en frascos, cervezas, vinos comunes…
En el diario “Odiel” del 11 de septiembre de 1938, se anunciaba la llegada a nuestra ciudad de los caramelos “Estampas de Cine”, con los que los niños de Huelva además de degustar tan sabroso manjar podían coleccionar cromos y obtener diversos regalos, El anuncio decía:

<< ¡Eureka! Ya llegaron a Huelva los caramelos “Estampas de Cine”. Llenando un álbum obtendréis bonitos regalos. Depósito: General Mola, 10. Huelva>>.

Con el transcurrir de los meses y ante el éxito en sus ventas, “La Casa Caramelos Estampas de Cine” además de los cromos para completar los álbumes, a partir de octubre de 1938 comenzó a dar infinidad de pequeños vales para “Un paquete de cigarros “Ideales”, Una localidad “Butaca de Cine”, un lápiz de labios “Celic”, cinco caramelos, una pelota de goma…
Recordemos una de las numerosas relaciones de niños que fueron agraciados con un bonito regalo: Dolores Luengo, Encarnación y Enrique Reyes, Baltasar González Suero,
Miguel Miralles, José Mondedeu, José Márquez, Antonio Guisado Sánchez, Loli Calera Travieso, Isabel Monsa, José Díaz Romero, Conchita Farelo, Rafael Domínguez Tirado, Meli García Escalera e Isabel Cano
A partir de los años treinta el hechizo del Cine fue ganando adeptos. Los cinéfilos se sentaban cómodamente en sus sillas tras haber dejado en la taquilla el importe de la entrada
“¡Caramelos!”, gritaba sin cesar el vendedor en el interior del Cine, a fin de que los escasos niños a los que les sobraba algún céntimo pudiesen adquirirlos. Y las mandíbulas de estos pequeños no cesaban en su actividad, mientras se sorprendían con la aventura que admiraban.
El vendedor establecido de caramelos más popular fue Máximo Benito Pérez. Si en los años cuarenta por este nombre y estos apellidos nadie sabía de quien se hablaba, en cambio por el apodo “Marsi”, casi todos conocían que se estaban refiriendo al niño que vendía los caramelos en el Teatro “Mora”.
“Marsi” estuvo más de veinte años dedicado a la citada actividad y era de admirar que, pese a encantarle los caramelos, nunca se comió ninguno, ya que los tenía “tós contaos”.
Cualquier cine que se preciara de tener cierta categoría, tenía lo que se llamaba “Ambigú”, que disponía de frutos secos y caramelos. Con el tiempo, una disposición acabó prohibiendo la venta de estos artículos.

Como vendedor ambulante de caramelos, debemos gentil recuerdo a José González Pérez, conocido con el remoquete de “Panfrito”, que actuó en diversos equipos de fútbol de nuestra capital en la demarcación de cancerbero, a quien el Real Club Recreativo de Huelva le dio un partido de homenaje en 1940, por haber defendido sus colores. “Panfrito”, fue también el autor del libro “Historia del fútbol en Huelva y provincia”, obra que gozó de gran prestigio en nuestra ciudad. Pues bien, José González vendía a los pasajeros de las líneas férreas de Sevilla-Huelva y Zafra-Huelva unos descomunales caramelos popularmente conocidos como “adoquines”. Estaban éstos envueltos en cinco papeles diferentes cuyos colores eran: verde (para los caramelos de sabor a menta), amarillo (limón); rosa (fresa) y rojo (naranja) y los adquiría, al por mayor, en la Tienda de Blas, calle Rábida, donde también vendían unos caramelos de chocolate con almendras, inaccesibles para los bolsillos modestos.
En 1939, viene destinado a Huelva, en calidad de Delegado de la O. N. C. E., el que años más tarde fue ilustre compositor, Primitivo Lázaro. Con gran visión de futuro, pensó en la Casa Colón como sede de su Organización. No lo pudo adquirir porque el Consejo Superior de Ciegos de la Organización consideró que tres millones y medio de pesetas era una cantidad demasiado alta para destinarla a Huelva, sin tener en cuenta que esa finca vale hoy ochenta o noventa millones de euros y en la cual él se proponía instalar la Delegación Provincial, un colegio para Niños, Residencia para afiliados sin hogar y, sobre todo, Fábrica de caramelos.
Ante la negativa del Consejo Superior, compró el edificio rotulado con el número 5 de la Alameda Sundheim, un precioso chalet, estilo palacio, que había sido elevado en 1868 por el magnate alemán Guillermo Sundheim y Giesse, y que tuvo el honor de albergar, compartido con una embarcación surta en la ría, catorce años, más tarde al Rey Don Alfonso XII cuando estuvo en Huelva.
En los años cincuenta del siglo pasado, cuando nuestro país salía del negro túnel de la racionamiento de alimentos, llegaron a nuestra ciudad los caramelos “Trébol”, de la Casa “Tucán”. Los niños huelvanos comenzaron a consumirlos en gran cantidad por dos razones: por su calidad, y porque un número determinado de envoltorios enviados en un sobre a la central de la Casa los hacía participar en un sorteo. En el “Odiel” del 11 de abril de 1956, los caramelos “Trébol” llevaron grandes premios al Colegio Francés de Huelva: un velomotor “Mosquito”, cinco bicicletas, doce relojes “Techacs”, doscientos veintiocho plumas estilográficas y numerosas bolsas de… caramelos “Trébol”.
A lo largo de muchas décadas, Huelva ha asistido siempre a la invasión de sus calles y plazas por las comitivas de los Reyes Magos. Así, mientras sus pajes y ayudantes desde las carrozas arrojan confetis y serpentinas, ellos arrojan caramelos a los miles y miles de huelvanos que contemplan el paso de la Cabalgata. A juzgar por la violencia con que tiran los caramelos, más que Reyes de Oriente parecen honderos baleares.
Pero sigamos a respetuosa distancia a un conocido personaje, y donde él entre, entremos nosotros; cruza con celeridad la calle Concepción y se detiene a saludar a un amigo a quien da un caramelo. Se trata de Diego Díaz Hierro, huelvano, y José Manuel de Lara, hijo de Guadix (Granada). Ambos son gente de la pluma. El primero es insigne historiador. El segundo es un poeta de reconocida sensibilidad. Después de tratar sobre diversas cuestiones, don Diego continúa sus pasos y se detiene ante otro amigo al que también le ofrece otro caramelo. Y así iba, dando caramelos por doquier. No nos cabe la menor duda de que a su muerte le cedió a nuestra ciudad el más hermoso de los caramelos: su excelente archivo histórico.
El 13 de enero de 1974, llegó a la Ciudad de los Niños un coche de los bomberos onubenses. Pero no para apagar un fuego, sino a llevar un importante cargamento de caramelos que el “Rey Baltasar” -Carlos García-Iglesias Blount- donaba para los pequeños de forma personal. Por cierto, para ayudar a la supervivencia de esta encomiable Obra, a lo largo de los años se han organizado diversas campañas llamadas “Operación Toallas”, “Operación Ladrillo”, etc. La “Operación Juguetes” (1972), terminó felizmente: La firma Ibáñez Hermanos-J. Barba le regaló a la Ciudad de los Niños un magnífico televisor en color; los hermanos Rafael y Pedro Estévez le llevaron treinta kilos de caramelos. También colaboraron “Nuevas Galerías”, Electrodomésticos “Gredos”, Raya, Álvarez-Entrena, Antonio Pelayo, Amador Suárez…
En los años sesenta y setenta del siglo pasado, algunos de los circos que actuaron en Huelva solía repartir caramelos entre el público joven de sus gradas. Citemos en esta postura al Circo Monumental y al espectáculo que encabezaba la llamada “Pippi Calzaslargas de Huelva”:

<<… Seguidamente hizo su aparición a lomos de un caballo blanco con grandes lunares negros, la “Pippi Calzaslargas de Huelva”, que repartió a la chiquillería caramelos y golosinas entre el regocijo de los niños…>>.

Los kioscos siempre han sido buques insignias en la venta de frutos secos, caramelos y otras golosinas. En representación de este colectivo, traigamos al popular Manuel. El primer puesto lo tuvo en 1936 en la calle Rábida. De allí se pasó a otro (de mayores dimensiones) que instaló en la calle Alfonso XII y, en 1952, situó su último negocio en la plaza de las Monjas
En su puesto vendía pipas y caramelos de todas las clases, periódicos y aspirinas y cuanto pudiesen desear los niños y los mayores.
En abril de 1962, se inserta en el “Odiel” un anuncio que decía:

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Estos fueron los comienzos de la célebre marca “Pictolín” en nuestra ciudad.
El 13 de diciembre de 1963, amplió su negocio, trasladándose a un amplísimo local de la calle Béjar, Antonio Sánchez Mena, el hombre que más caramelos ha vendido en nuestra ciudad, acreditado por tal motivo en nuestra ciudad como “Rey de los Caramelos”. Como curiosidad, Sánchez Mena siguió la tradición de vender los “adoquines” en nuestra ciudad y fue el primer industrial en nuestra ciudad que vendió los célebres “Chupachups” en los años iniciales de la década de los sesenta.
En el año 1980, comenzaron a verse los caramelos con palitos.
En los últimos años se ha desarrollado la “cultura del caramelo”. Así, los ofrecen numerosos comercios onubenses (“Fotodoze”, “General Óptica”, en diversos hospitales, El Monte, a los que se acercan a admirar sus magníficos Belenes; la Caixa y casi todas las restantes entidades bancarias…). En este sentido, los dirigentes de EMTUSA, capitaneados por los señores Nieves y Benjumea, pensaron que debían devolver a los ciudadanos algo de los que ellos le ofrecían. Si los usuarios le aportaban a la Empresa sus dádivas utilizando el transporte, ellos debían darles, además de este servicio, un trato más humano del que se había ofrecido hasta aquellos instantes. Así, se introdujeron en las tradiciones de Huelva: Comenzaron a poner en los autobuses varios “Papa Noel” que animaron y festejaron la fiesta de la Navidad; en Reyes, también se observaban en los coches a los Monarcas de Oriente que felicitaban a la gente que subía a los autobuses y repartían caramelos a raudales…
En la actualidad, son varias las “Mecas de los Caramelos”, varios los establecimientos en los que los niños pueden adquirirlos en todas sus gamas y sabores: “María Luisa”, en el Mercado del Carmen, que confecciona estupendas piñatas repletas de caramelos y otras golosinas; “El Torrat” y los grandes almacenes, como “Carrefour”, “Hipercor”, “Mercadona”… Y hasta los diabéticos se han visto favorecidos en los últimos años, con la aparición de un caramelo que no tiene azúcar y que gracias a los edulcorantes consigue un dulce sabor similar al del tradicional caramelo.

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